"Es que oigo pasos… pero supongo que son el eco de mis pasos… buah, qué mal… esto es el túnel infernal." No es un tráiler de Netflix, pero lo parece. Y no es ficción. Es Sofia, una catalana que está cerrada literalmente dentro de un búnker en las montañas de Suiza, participando en una misión análoga lunar —una simulación científica que recrea cómo sería vivir y trabajar en la Luna. En teoría, el foco tendría que estar en el experimento, en la astronomía, en la investigación. Pero el algoritmo tiene otros planes: lo que ha enganchado todo el mundo es un momento de miedo real, desnudado, sin dramatismos añadidos ni efectos sonoros. Simplemente, ella, sola, volviendo por los túneles subterráneos con la cámara en la mano… y los nervios a flor de piel. "Yo bien. Pero es que estoy todo el rato mirando atrás y adelante. Por si acaso."
El túnel que ni a Netflix se les habría ocurrido: bienvenidos a el pasillo del infierno
Sofia (@sofineesss en Instagram) había acompañado a unas compañeras que tenían que salir del recinto y se quedaba sola para volver al MCC (el centro de control de la misión). Y en lugar de hacer ver que no pasaba nada, hizo todo lo contrario: lo grabó todo con una naturalidad absoluta. Con voz temblorosa, sarcasmo de autodefensa y frases que denotan el miedo que pasa: "No quiero ni cantar, ¡porque imagínate que alguien me sigue la canción!"
Durante el trayecto, que atraviesa un túnel húmedo, salas oscuras y puertas metálicas como salidas de un videojuego, Sofia habla sola, mira adelante, gira la cabeza cada dos segundos, y se repite como un mantra: Va, no es para lo tanto… soy valiente… no pasa nada…" Pero pasa: pasa que el cerebro, cuando estás solo/a en un lugar así, juega sucio. Y ella lo verbaliza como lo haríamos cualquiera de nosotros, en un momento así: con media carcajada, pero totalmente sería por dentro. "Creo que lo peor es lo que he pensado que podría pasar", dice en un momento del vídeo.
Una misión lunar… pero con mucha tierra
Sofia está participando en un proyecto internacional que simula una expedición espacial real. Y el escenario no puede ser más de peli: un antiguo búnker militar suizo, excavado en la roca, con kilómetros de túneles, salas frías e iluminación escasa. Es como una base secreta, pero real. Un lugar diseñado para aguantar una guerra… y ahora, para simular otro tipo de supervivencia.
Todo eso, sin embargo, queda en segundo plano cuando ves el vídeo. Porque lo que humaniza este proyecto —lo que lo hace conectar con miles de personas— es la espontaneidad de Sofia, y su terror con el que nos podemos identificar absolutamente. ¿Quién no ha tenido miedo en un pasillo oscuro, aunque sepa que no hay nadie? "Os parecerá superexagerado, pero realmente me da miedo. Me cogerá tortícolis de tanto mirar atrás."
Este vídeo no habla de ciencia, ni de espacio. Habla de miedo. Del miedo más básico, más irracional y más universal. El miedo que no necesita monstruos. Solo silencio, oscuridad y mucha imaginación.
Y quizás por eso, en plena era de vídeos planificados y cargados de filtros, este pequeño momento de humanidad pura ha tocado la fibra de tanta gente. Sofia no finge nada. Simplemente, es ella, cagada de miedo, andando rápido por los túneles y explicándolo tal como lo siente. Y al final, cuando llega y dice "ya está", todo el mundo respira con ella.