Tal día como hoy del año 1635, hace 390 años, en Goch (entonces ducado independiente de Prusia); moría Francesc de Montcada i Montcada, que había sido un diplomático al servicio de la cancillería del rey Felipe IV y de su primer ministro, el conde-duque de Olivares. Nacido en 1586 en València, era descendente de la poderosa estirpe nobiliaria medieval catalana de los Montcada (propietarios de extensos latifundios y de masas de moriscos asentados en los valles bajos del Segre y del Cinca). Y en su condición de marqués de Aitona (título que había heredado de su padre) tuvo cierta relación con el brazo estamental nobiliario catalán.

En 1627 estalló la crisis Catalunya-monarquía hispánica que, años más tarde, desembocaría en la Revolución de los Segadores (1640) y en la Guerra de Separación de Catalunya (1640-1652/59). Aquella crisis se había generado a partir del intento de Olivares de romper la relación bilateral Catalunya-monarquia hispánica (Unión de Armas, 1626) y destruir el pacto fiscal y militar entre la Generalitat y el poder central, que remontaba a la época de Fernando el Católico (1495). Al inicio de aquella crisis, Olivares le encomendó la misión de introducirse en las esferas del poder catalán y sembrar la discordia y el conflicto entre los estamentos.

Montcada no consiguió su objetivo y fue retirado antes de que la situación acabara siendo peligrosa para su integridad. La alta nobleza catalana había desaparecido después de la Revolución Remensa (1472), con las bodas ventajosas que les procuró Fernando el Católico con la aristocracia castellanoandaluza. Y la baja nobleza catalana, abandonada y arruinada, había quedado sin expectativas y, desde entonces (finales del siglo XV) había cultivado y alimentado un odio muy profundo hacia sus "grossos" y un progresivo acercamiento hacia las clases mercantiles urbanas. Esta singularidad no fue advertida por la cancillería hispánica y costó el fracaso de la operación Montcada.