Hubo un tiempo en que los ministros y ministras del Gobierno eran importantes y perfectamente reconocibles por la opinión pública. Estoy hablando de varias décadas atrás, cuando muchas listas del Consejo de Ministros estaban integradas por políticos de peso y también la política era mucho más atractiva para la ciudadanía, que la seguía con un interés muy superior al actual. Es curioso, a más medios de comunicación no se ha correspondido un mayor interés por la gente que nos gobierna. Esa reflexión vale para casi todas las parcelas de la vida pública y no sería muy diferente en los gobiernos de la Generalitat o en el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Barcelona, donde, como mucho, se conoce a un par o tres de personas y solo hace falta ver lo que dicen las encuestas de opinión.

Este lunes han dimitido las ministras Reyes Maroto y Carolina Darias como titulares de Industria, Comercio y Turismo y de Sanidad, respectivamente. Ninguna de ellas deja una impronta significativa de su gestión política, aunque, claro está, se pueden destacar algunos logros de su gestión. Pedro Sánchez, que confecciona el gobierno español no pensando en incorporar a los mejores de su espacio político, sino como una plataforma para otras aventuras políticas, las envía a disputar la alcaldía de Madrid y la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria, hoy en manos la primera del Partido Popular y la segunda del propio PSOE, que desplaza al alcalde Augusto Hidalgo a obtener el Cabildo de Gran Canaria. Con estos dos cambios, será la quinta crisis de Pedro Sánchez, que ha catapultado hasta cinco ministros a diferentes contiendas electorales en los cuatro años y medio que hace que está en la Moncloa. Una situación a años luz de lo que había sucedido con anteriores presidentes del Gobierno: con Rajoy, tan solo en dos ocasiones sendos ministros fueron a otras elecciones en los ocho años que fue presidente.

Un bagaje muy similar al de Rajoy fue el de Zapatero en el período 2004-2011, que también dio juego en otras elecciones diferentes a las españolas a dos ministros, curiosamente dos catalanes, José Montilla y Celestino Corbacho. Normalmente, estos cambios no suelen salir bien y el caso de Montilla fue una excepción, ya que consiguió gobernar la Generalitat. Es cierto que la popularidad ayuda, pero, al final, la gente sabe distinguir perfectamente lo que es un aterrizaje de campaña con un currículum acorde para el cargo que se presenta. Aunque no ha conseguido gobernar hasta la fecha, también se puede considerar exitoso el salto de Salvador Illa del Ministerio de Sanidad a las elecciones catalanas de febrero de 2011, en que amarró para el PSC la primera posición, aunque un acuerdo entre Esquerra, Junts y la CUP, hoy roto en mil pedazos, le dejó sin la presidencia de la Generalitat.

Para sustituir a Reyes Maroto y Carolina Darias, Pedro Sánchez ha escogido a dos políticos, hoy por hoy, desconocidos para el gran público, como son Héctor Gómez y José Manuel Miñones. El segundo ya apunta como candidato del PSOE en las próximas elecciones en Galicia, que serían en el verano de 2024 si no se avanzan. Este desfile incesante de ministros de escaso currículum recuerda el debate sobre la sustitución, a si después de tanto predicar la igualdad de género se van dos ministras y entran dos ministros, si es necesario que haya tantos asientos en el Consejo de Ministros (22) o habría que volver a ejecutivos con menos miembros como en las épocas de Rajoy (13) o Felipe González (16). Aunque todo es opinable, no hay razones para ejecutivos tan amplios que no se justifiquen por un gobierno de coalición y la necesidad de disponer del mayor número de carteras. Pese a ello, mejor cortos y cohesionados que la multitud que hay en la actualidad y que muchos de ellos son perfectamente desconocidos y de quita y pon.