El empate 3-3 ante el Brujas ha encendido todas las alarmas en el FC Barcelona. El equipo de Hansi Flick arrasó en ataque, pero volvió a mostrar su peor cara en defensa, y el vestuario empieza a impacientarse. La sensación general es de frustración. El conjunto azulgrana no solo ha perdido puntos importantes en la Champions League, sino también parte de la confianza en su técnico.
Según fuentes próximas al vestuario, varios jugadores empiezan a estar molestos con algunas decisiones del entrenador alemán. Consideran que no está sabiendo reaccionar ante los problemas defensivos que arrastra el equipo desde el inicio de temporada. “Siempre lo mismo”, se escuchó en el túnel de vestuarios tras el partido.
Flick no encuentra soluciones a la vulnerabilidad defensiva
El principal motivo de las críticas es su sistema defensivo. Flick insiste en mantener una línea adelantada, arriesgando constantemente ante rivales que ya conocen sus debilidades. La estrategia, que funcionó en tramos de la temporada pasada, está dejando al Barça expuesto y vulnerable. Ya lo dijo Frenkie de Jong tras el partido contra el Brujas, en lo que algunos se tomaron como un tirón de orejas al míster: aunque fuera bien, “no debemos fijarnos en el año pasado porque no ganamos en Europa”. Los jugadores creen que esa táctica ya está superada y que el equipo necesita una revisión táctica urgente si quiere firmar una buena temporada en la Champions.
El alemán, sin embargo, se mantiene firme. En sus declaraciones y en las charlas internas ha repetido que “no cambiará su idea”. Para él, la clave está en mejorar la ejecución, no el planteamiento. Pero esa postura inflexible empieza a chocar con parte del vestuario, donde algunos pesos pesados piensan que el técnico no escucha y que se ha vuelto previsible. Creen que el Barça necesita menos rigidez táctica para competir al máximo nivel.
Flick tiene crédito, pero no es ilimitado
De momento, el club mantiene la calma y confía en una reacción inmediata. Flick sigue contando con el respaldo de la directiva, pero sabe que el margen se estrecha. El equipo ocupa posiciones comprometidas en su grupo de Champions y los próximos partidos serán determinantes. Si los resultados no llegan, la situación podría explotar desde dentro.
En el Barça, los dedos empiezan a apuntar hacia el banquillo. Y aunque Flick conserva su discurso sereno, la realidad es que su proyecto está en duda. La presión aumenta, la plantilla murmura y el técnico alemán empieza a estar cuestionado en la ciudad condal.
