No sé si os gustaría poder curiosear las distintas versiones de vuestra novela favorita. Las tres frases diferentes (o cinco, o veintisiete) que tuvo aquel inicio que recordáis de memoria. Poder saber cómo ese personaje que, para el autor, al principio tenía una importancia relativa, fue desbordándose a sí mismo y acabó siendo eso que nos encanta o que no soportamos (y quizá por eso nos gusta). Frases borradas y reescritas y reformuladas y finalmente descartadas, quizá a contracorriente, porque el autor, que las ha leído demasiadas veces, las encuentra buenas (o no del todo malas). También frases pesadas, de esas que te hacen retroceder porque no sabes qué has leído, con tanta subordinada de la subordinada. Momentos en los que la trama no avanza y solo hay descripciones anodinas. Diálogos inverosímiles. Finales flojos. Todo el camino, todo el largo camino de las novelas, las historias de en medio, los borradores y las versiones descartadas hasta que llegan a ser eso que vemos en las mesas de novedades, listas para Sant Jordi.
Un Only Fans de la escritura
Quizás pensáis que no os interesa tanto el proceso creativo, la idea inicial y todo lo que pasa durante los meses o los años que dura. Pero ya que estamos con conjeturas (yo no paro), imaginad si además pudiéramos curiosear la información temporal de ese largo historial de composición y correcciones, imaginad si la tuviéramos en tiempo real. Entonces aún tendría más gracia: veríamos las horas seguidas de dedicación de madrugada, los párrafos escritos del tirón que se quedarían tal cual fueron paridos, las pocas horas de sueño. Sabríamos leer épocas: de poca dedicación, de avanzar lento y mal, de releer y arreglar lo ya escrito pero sin atreverse a seguir adelante. Quizá pensaríamos que está en ese momento crítico, que le ronda por la cabeza prenderle fuego a la novela que a nosotros tampoco nos estaría convenciendo. Si la aplicación (porque sería una app con nombre inglés) nos permitiera poner comentarios, como en Wattpad, votaríamos giros y finales y le arruinaríamos la vida, porque esa ya no sería la novela que el autor había imaginado, sino la que le reclama el público. En otros momentos, lo veríamos en el punto de exaltación de todo escritor, como si se hubiera tomado la píldora de la inspiración: página y media entera en dos horas, ¡toma ya! Lo miraríamos, como un OnlyFans de la escritura, como un Gran Hermano con cámaras en los dedos. Qué caos y qué presión. Los suscriptores querrían contenido y el autor no sabría qué decir, ni qué quiere escribir ni cuál es el sentido del mundo (un mundo en el que la literatura generaría el interés de suscripciones mensuales).
Lo miraríamos, como un OnlyFans de la escritura, como un Gran Hermano con cámaras en los dedos. Qué caos y qué presión
Os preguntaréis por qué se me ha ocurrido esta idea tan extraña de voyeur que llevo estirando casi 500 caracteres. Pues porque el sábado me dejé ver escribiendo, con una cámara en un ordenador que proyectaba en una pantalla gigante todo lo que tecleaba. Así como lo oís. Fue en Calonge, en una jam de escritura con un público generosísimo (menos mal). Compartimos teclado con Ferran Grau, Stefanie Kremser y Jordi Puntí. Fue divertido y luego no paré de pensar en ello. En esa sensación blackmirroriana de entrar en la cabeza de alguien y leerle los pensamientos, de contemplarle las ideas; de ver en directo cómo nace una, pequeñita, que quizá acabará siendo un libro que analizaremos y sobreanalizaremos y pensaremos cómo demonios se le ocurrió. A veces, quizá es mejor no saberlo. Como tantas cosas, tiene menos magia de la que parece, con faltas de ortografía y frases que son tópicas u obvias y, cuando estás ahí, no te das cuenta. Llevo unos días obsesionada con los pulidos de la escultura. Eso íntimo y privado y extraño de escribir, todo lo que queda para siempre en el taller, mucho antes del orden definitivo, del olor a nuevo y la portada brillante.