La rampa del Truffaut y la pared con carteles de películas que acompañaba al cinéfilo gerundense hasta la taquilla ya son historia. Entrar en el Truffaut nunca más será lo mismo, pero la remodelación y la sala del mejor cine de Girona han quedado, nunca mejor dicho, "de película". Las entradas en forma de tickets azules también han pasado a mejor vida y ahora se puede comprar la entrada en línea e incluso obtenerla en formato QR, que es más práctico y más ecológico, pero menos vintage y mucho menos romántico. Sentada en la butaca quedo impresionada: he estado dos años sin ir en el cine. Pero Alcarràs ha hecho que vuelva y, señoras y señores: ¡qué vuelta!

No quiero hablar de la polvareda que ha levantado el tema de los subtítulos y del doblaje y tampoco quiero hablar de los creadores del "es que había palabras que no entendía" y del "es que costaba mucho entenderlos". Porque que... ¿Y qué que os hayáis perdido una palabra? ¿Y qué que no hayáis entendido una expresión? ¿Eso os ha hecho perder el hilo de toda la película (una película más que contextualizada)? ¿Este hecho os ha impedido captar el sentido general de todo el filme? ¿Esta variedad es tan ininteligible que merece que seamos los mismos catalanohablantes de otras variedades los que ahora predicamos la cultura del "no te entiendo" que tantas veces hemos tenido que soportar y sufrir? No me puedo creer que seamos nosotros mismos quienes exigimos a una variedad que no sea demasiado, que la queramos campechana y fácil, y que, en resumen, nos moleste que no sea lo suficiente estándar.

No me puedo creer que seamos nosotros mismos quienes exigimos a una variedad que no sea demasiado y que nos moleste que no sea lo suficiente estándar

¿Por qué nos da miedo una lengua empoderada, desacomplejada y sin manías? ¿No es lo que queríamos? Donde algunos ven un problema, yo veo una solución y un hito sin precedentes: no pedir perdón ni permiso para hacer cine en catalán y de calidad. ¿Qué digo, de calidad? ¡De c-a-t-e-g-o-r-í-a!

Reivindicar el campesinado no se puede hacer de otra manera ni con otro hablar. Porque la reivindicación se hace con las palabras de cada lugar, sin artificios y con autenticidad, con dialectalismos y disparates propios de la lengua viva y con las expresiones autóctonas más arraigadas. En definitiva, Alcarràs cuenta con un catalán natural, no teatralizado, un catalán vivo y de pueblo que también forma parte del filme y de la filosofía simoniana y de, qué caray: ¡del éxito! Y es que lo parlar també és vida, y es historia y es tradición, y lo parlar de allí también nos explica y nos define. Y quién no lo entienda, que se aguante. O todavía mejor que espere a ver Alcarràs en castellano y quizás así, puestos a decirlas grandes, después también podrá decir aquello de "mejor en castellano y así lo entendemos todos" sin haber entendido absolutamente nada de la esencia y de la razón de ser de una película extraordinaria.