Eduard Buch y Sara Espígul son los actores que encarnan a Pol y Montse en 'Monopoli': una pareja de viejos-jóvenes que rondan la cuadragésima, desheredados del progreso económico y que viven de alquiler en la calle Llibertat en uno quinto sin ascensor de la calle Llibertat. La notificación de que no los renuevan el contrato del piso es el detonante de una partida de Monopoly donde se jugarán cómo serán sus vidas a partir de aquel momento. Una historia que se desarrolla en nuestra querida Barcelona. Una ciudad que desde los noventa ha ido expulsando a muchos de sus habitantes incapaces de poder hacerse cargo de alquileres impagables con los sueldos que corren, corrían y... ¿correrán? Seguramente.
Pocos minutos antes de empezar la obra en la Sala Atrium los actores se pasean por la escena como si lo hicieran por su casa. En las paredes se proyecta una jaula con dos periquitos que más tarde descubriremos que son de la abuela de Montse. Una espera que también es acompañada sonoramente con un recorrido de metro donde se anuncia cada una de las paradas de la línea 2. Un espacio urbano y reconocible para todos los inquilinos de esta ciudad que nos acercará a los personajes y a su cotidianidad. Una buena recopilación de situaciones domésticas y costumbristas que demuestran la gran capacidad de observación de la autora y también codirectora: Mar Monegal. Con este texto resultó ganadora del X Combate de Dramaturgia de Temporada Alta 2020. Un certamen que determina su ganador por el voto de público. Señal inequívoca que el texto conecta con el espectador.
La obra se podrá ver en la Sala Atrium hasta el 10 de febrero. / MW Fotografía
El eterno paradigma capitalista
Jugar al Monopoly, como cualquier otro juego, despierta nuestra competitividad y nos sitúa en el eterno paradigma capitalista de ser perdedor o ganador; del éxito o el fracaso. Los personajes que han encadenado crisis económicas no han alcanzado las aspiraciones que la sociedad parecía prometerles. Así, Montse, licenciada en biología, es higienista dental y Pol, como arquitecto, diseña sillas que no vende y pasea perros. A pesar de todo parecen felices y tienen un buen rollo de diazepam. Se aman o lo finjer muy bien. En definitiva: buena gente hasta que les tocan lo que es suyo.
Los personajes que han encadenado crisis económicas no han alcanzado las aspiraciones que la sociedad parecía prometerles
Cuando todo parece perdido, la emoción llega con la canción de Ain't Got No, I Got Life, un tema que ha ido sonando en diferentes versiones durante todo el espectáculo y que ahora lo hace con la voz y cuerpo de Nina Simone. Un momento casi de película que nos conecta con nosotros mismos y con la estupidez de un monopolio que nos rodea y perpetúa a todos los niveles. Finalmente, como una buena comedia al uso, todo encaja y todo se soluciona. Menos los precios del alquiler, claro está. Quizás esta obra merecería una segunda parte dónde profundizar en los personajes de Montse y Pol. Me temo que continuarían enjaulados como los periquitos de la abuela. Pero quedémonos con este final feliz.
El tándem de Josep Galindo y Mar Monegal alcanza un buen ritmo en la dirección. Todos los recursos con los que cuentan son utilizados a favor de la historia. El uso de las proyecciones a veces no son del todo necesarias y los pocos elementos que salen en escena no sé si fueran del gusto de un diseñador como Pol. Con la complicidad y la empatía de los actores, el público no deja de reír en toda la función. Él es el auténtico ganador de esta partida de Monopoly. Si es que hay ganadores.