Barcelona, 13 de septiembre de 1440. El Consell de Cent —el gobierno municipal de la ciudad— consignaba la recepción de una carta de protesta por las peleas constantes que se producían delante de los tres grandes burdeles de La Rambla. En aquella carta el prohombre Guillem de Soler exigía el cierre inmediato de aquellos establecimientos. Sin embargo, el Consell de Cent resolvería la cuestión obligando a aquellos burdeles a sustituir su entrada tradicional por una discreta puerta de nueva construcción, que no podía exceder los seis palmos de altura. Una decisión salomónica que ilustra claramente la existencia de una doble moral que ocultaba importantes intereses económicos: en Barcelona, los tres grandes burdeles de la ciudad eran propiedad del Consell de Cent y eran explotados por destacadas familias de las oligarquías urbanas barcelonesas.

¿Cuáles eran los grandes burdeles de Barcelona?

Los tres grandes burdeles de Barcelona, o, si se quiere, los tres burdeles oficiales de la ciudad, eran la Volta d’en Torra (la vuelta de Torra), la Vila dels Alls (Villa de los Ajos), y el Canyet (Garito). Eran tres establecimientos con una larga historia que se remontaba a la centuria de 1200, en plena etapa de crecimiento económico y demográfico de la ciudad. No olvidemos que entre los años 1000 y 1200, Barcelona había multiplicado por treinta y tres su población, y había pasado de 1.500 a 50.000 habitantes. Con todo lo que eso representaba a nivel de demanda de servicios de todo tipo. También de tráfico sexual. Al principio de la centuria de 1200, la muralla cerraba la ciudad por poniente siguiendo el trazado de La Rambla. La ley barcelonesa —que obligaba a situar en la marginalidad de la trama urbana este tipo de establecimientos— sería la razón que explicaría el emplazamiento periférico de aquellos tres grandes burdeles.

Escena d'un hostal de prostitució. Font Wikimedia Commons

Escena de un hostal de prostitución / Fuente: Wikimedia Commons

La Barcelona de 1400

Pero a inicios de la centuria de 1400, se había ampliado la muralla hacia poniente y La Rambla había dejado de ser una riera de guijarros y cañas; para convertirse en lo que ha sido en tiempos modernos: uno de los grandes paseos de la ciudad. A principios del siglo XV, era el lugar preferido de las oligarquías barcelonesas para exhibir su poderío económico, en forma de portentosos caballos o de lujosas vestiduras. La localización de los tres burdeles históricos —y las peleas que se producían a su alrededor— se había convertido en una incómoda presencia para aquellas pretenciosas oligarquías. Esta es la causa que explica la protesta de Soler. Pero aún con esta oposición, nadie se atrevió a mover de lugar aquellos burdeles. Es más, se convirtieron en un complemento de los grandes trinquetes (los "casinos" de la época) que, curiosamente, surgirían en aquel mismo emplazamiento.

Grabado de Barcelona a principios del siglo XVI. Fuente Cartoteca de CatalunyaRepresentación de las enfermedades sexuales / Fuente: British Library

El Consejo de Cien y los prohombres de la ciudad: la primera y el segundo eslabón de la cadena

En la Barcelona de la centuria de 1400 (que se recuperaba lentamente de la devastadora peste negra y de los brutales pogromos); la actividad de la prostitución estaba estrictamente reglamentada. Barcelona fue la única gran ciudad europea de la época que procuró tener la actividad de la prostitución encuadrada y organizada. Desde el espacio donde se toleraba su ejercicio, hasta el último eslabón de la cadena de personas que intervenían en aquella actividad. Esto cobra sentido cuando conocemos que las tres grandes casas de prostitución de la ciudad eran propiedad del Consell de Cent, que las arrendaba durante un plazo concreto a un particular generalmente un prohombre para su explotación. Entre las familias oligarcas que se lucraban con la actividad de la prostitución, destacaban los Gualba y los Terrer.

Representación de los consejeros|consellers del Consejo de Cien. Fuente Ayuntamiento de Barcelona

Representación de los consejeros|consellers del Consejo de Cien / Fuente: Ayuntamiento de Barcelona

Los "masoveros": el tercer eslabón de la cadena

Pero los Gualba y los Terrer no se dejaban ver. Subarrendaban la explotación de los burdeles a familias de clase menestral, que se convertían en la cara visible de la dirección de aquellos establecimientos. Las fuentes documentales ponen de relieve la existencia de estos “masoveros" a través de denuncias por disturbios, formuladas por el mismo Consell de Cent o por "distinguidos" prohombres de la ciudad. En este eslabón del negocio aparecen —por ejemplo— un tal Joan Camós y una tal Elionor Terrer (probablemente una parienta pobre de los "dueños"). Estos "masoveros" cuidaban del hostal, la parte más expuesta a la vista (la parte de la fachada del edificio); y del burdel, que quedaba discretamente oculto en un patio interior (una especie de claustro) que llevaba hacia las diversas cámaras donde se ejercía, de forma abierta y festiva, la prostitución.

Los alcahuetes y las alcahuetas: el cuarto eslabón de la cadena

Los "masoveros" no eran los que reclutaban a las prostitutas de los burdeles. Esta función correspondía a los alcahuetes y a las alcahuetas (los y las proxenetas), una actividad que había sido duramente perseguida por toda Europa pero que, en Barcelona, pasaría sorprendentemente a ser oficializada y regulada. En 1391, el Consell de Cent creaba un registro de alcahuetes y alcahuetas que no solo identificaba al personaje (con su nombre y dirección), sino también el de las prostitutas que inscribían. El alcahuete era el eslabón que unía a los "masoveros" y las prostitutas: era el responsable de proveer a los burdeles y de reclutar nuevos efectivos para cubrir las bajas que se producían. Otra vez las fuentes documentales —el registro de alcahuetes— nos identifican a algunos personajes de este colectivo: Joan Icó, "El cojo" o Maria "la bastarda".

Las prostitutas: el quinto eslabón de la cadena

Según las fuentes documentales, la prostitución femenina representaba la totalidad de la oferta de tráfico sexual en la ciudad. Lo cual revela que la prostitución masculina era totalmente clandestina. También a través de estos datos sabemos que, durante la centuria de 1400, el 95% de las prostitutas de Barcelona eran de origen forastero: aragonesas, valencianas, sicilianas, o griegasMujeres solteras, viudas, o fugitivas que habían llegado a Barcelona para empezar de cero y que el destino había llevado a aquel sórdido mundo. Otros datos confirman que algunas de estas mujeres no habían llegado solas, y que habían dejado a sus hijos al cuidado del Hospital de la Santa Creu. Con respecto al 5% restante, el registro de alcahuetes revela que eran mujeres de condición esclava y, principalmente, de origen eslavo que se prostituían para pagar su libertad.

Representación de las enfermedades sexuales. Fuente British Library

Representación de las enfermedades sexuales / Fuente: British Library

Las prostitutas independientes: el eslabón perdido

Al margen de los tres grandes burdeles municipales, la ciudad contaba con algunos hostales situados en extramuros, cerca de los portales de entrada, que tenían concedida autorización para la prostitución. En aquellos hostales las cosas no eran diferentes con respecto a los grandes burdeles. Sin embargo, las fuentes documentales revelan la existencia de un pequeño colectivo de prostitutas que ejercía totalmente al margen de este circuito y que, por razones obvias, eran muy perseguidas y sin embargo, también muy demandadas. Las mismas ordenanzas que habían regulado la actividad de la prostitución, prohibían a los oficiales de la administración acudir a los burdeles. Es decir, que los poderosos Gualba, Terrer, o tantos otros lustrosos prohombres, cuando "iban de putas" no frecuentaban sus propios negocios, sino que acudían a las discretas "casas de la vela en la ventana"