Barcelona, 4 de enero de 1620. Luís de Sanç i Manegat, obispo de la diócesis de Barcelona, decretaba la prohibición del "Juego de las Pedradas" o "de las Naranjadas", una actividad lúdica de inspiración bélica que enfrentaba, a golpes de piedra o de naranja, dos equipos (generalmente dos cofradías de estudiantes) por las calles de la ciudad. En aquel decreto, el obispo Sanç amenazaba con que la Iglesia prohibiría el entierro en el territorio sagrado de las iglesias cristianas de las víctimas mortales causadas por aquel juego. Sin embargo, las fuentes documentales revelan que ochenta años más tarde (1700); el juego de las pedradas o de las naranjadas no tan sólo no había desaparecido, sino que, junto con el Juego de la Pelota, el de la Raqueta, el de la Argolla, el billar, los dados, los naipes, o el chaquete; formaba parte de aquella Barcelona efervescente y lúdica de la víspera de 1714.

Representación del Juego de la Argolla|Servilletero (1660), obra de Bartolomé Murillo

Representación del Juego de la Argolla (1660), obra de Bartolomé Murillo / Fuente: Dulwich Picture Gallery. Londres

Los frontones

Las mismas fuentes documentales nos dibujan una Catalunya económicamente dinámica y demográficamente pletórica, que había superado las crisis y las guerras del siglo anterior. El país había recuperado el máximo de 500.000 habitantes anterior a la Guerra de los Segadores (1640-1652); y Barcelona, que bordeaba a los 50.000 residentes, era -de nuevo- una capital bulliciosa, con una intensa actividad fabril, mercantil y lúdica. Las casas de juego, denominadas frontones, eran presentes por toda la trama urbana e, incluso, en extramuros (principalmente en el puerto). También durante aquellos años, se consolidaron dos grandes espacios destinados a los juegos al aire libre, que habían evolucionado hacia la categoría de espectáculos públicos: en el barrio de la Ribera (sobre el actual Parque de la Ciudadela), y junto a las Ramblas (sobre las actuales calles de la Canuda y de Santa Anna).

Los frontones de los ricos

Las fuentes documentales también revelan que, en aquella Barcelona de juegos y espectáculos, había una categorización o, una jerarquía de frontones. Los frontones de los ricos (los que, más o menos, cumplían con la normativa vigente en la época) se concentraban en la zona noble de la ciudad y atraían las clases privilegiadas no tan sólo de Barcelona, sino del conjunto del país. El más célebre era la elitista Casa de la Leona, situado en la calle de la Leona (cerca de la calle Aviñón); el gran palacio del juego de Barcelona, y se puede decir incluso que de Catalunya. Según las fuentes documentales, en aquel templo del billar, de los dados, de los naipes, y del chaquete; algunas de las familias más ricas del país acabaron en la ruina más absoluta. En la Casa de la Leona, las fichas de juego (que eran transformadas en dinero) eran un curioso elemento llamado "pellofas" o “ploms”.

Representación del Born (principios del siglo XVIII). Font MUHBA

Representación del Born (principios del siglo XVIII) / Fuente: MUHBA

Los frontones de las clases populares

En cambio, en el barrio de la Ribera (la zona, por excelencia, de los obradores y de los hostales); abundaba otra categoría de frontones. Generalmente complementaban su actividad con la venta de alcohol y la prostitución. Los frontones de la Ribera eran, también, los espacios preferidos de los tahúres (los jugadores profesionales que "trabajaban" con cartas marcadas o con dados trucados -denominados "toros" -). Aquellos frontones eran a menudo objeto de inspecciones y sanciones por parte de las autoridades. Las fuentes documentales revelan que en plena efervescencia de este sector económico (1684), el frontón de Nicolás Sardà (situado en la calle de la Blanquería, en el Born), recibió la visita del veguer (el representante del poder real en la ciudad); que, después de comprobar las actividades llevadas a cabo, amenazó con clausurar aquel establecimiento y encarcelar al patrón.

Los frontones del puerto

Los frontones del puerto eran los más humildes. Estaban situados en la zona de las tabernas del puerto, en la actual Barceloneta; en extramuros; y también complementaban su actividad con la venta de alcohol y la prostitución. El aguardiente de aquellos frontones, sin embargo, era el de la peor calidad, y las prostitutas eran mujeres viejas o enfermas. Los frontones del puerto eran, en definitiva, antros de sordidez y de miseria. Y su clientela era el caldo de cultivo idóneo para conflictos permanentes: trotamundos descastados, aventureros apolillados, ladrones redimidos o perseguidos, tahúres delatados, y marineros y militares -catalanes y extranjeros- que estaban en Barcelona circunstancialmente. Eran establecimientos nada recomendables. Las armas, blancas y de fuego, eran más que habituales; y las fuentes documentales revelan que aquellos antros, a menudo, eran escenarios de una violencia extrema que, en ocasiones, culminaba en asesinatos.

Grabado de Barcelona (1711). Fuente Cartoteca de Catalunya

Grabado de Barcelona (1711) / Fuente: Cartoteca de Catalunya

Los grandes frontones

La Barcelona de 1700 ya era una ciudad con una repleta cartelera de espectáculos públicos. Los juegos, y todo lo que giraba a su alrededor, eran una parte muy importante de este sector económico. Al margen del teatro (que durante el siglo anterior había vivido un extraordinario proceso de adaptación a la demanda de la sociedad), la Barcelona de 1700 tenía dos grandes frontones donde se celebraban juegos que concentraban a una gran cantidad de público: el de la Ribera y el de la Rambla. En estos frontones, provistos de una extensa red de tabernas, se jugaban partidos del juego de la Argolla (un precedente remoto del actual juego del croquet); el juego de la Pelota (la actual "pelota valenciana"); y al juego de la Raqueta (un tenis primitivo y rudimentario, que en Francia se nombraba "Jeu de Paume"); y que se practicaban tanto de forma lúdica, como semiprofesional.

Representación moderna del Juego de la Pelota (1881). Fuente Archivo de ElNacional

Representación moderna del Juego de la Pelota (1881). Fuente Archivo de ElNacional

El espectáculo en torno a los juegos

Estos espacios estaban provistos de gradas, donde se ubicaba el público y se realizaban las apuestas. Este fenómeno, en su totalidad, no tan sólo revela el arraigo de una cultura del juego y del espectáculo, estrechamente relacionada con los países de la Europa atlántica, sino que, también, explica la existencia de figuras locales de la Argolla, de la Pelota, o de la Raqueta; que levantaban pasiones. Pero esta arquitectura lúdica fue totalmente desguazada después de 1714. Los Decretos de Nueva Planta (1717) no tan sólo liquidaron el régimen político y económico catalán; sino que impidieron la restauración de una cultura lúdica de origen netamente europeo. No deja de ser una sospechosa coincidencia que los bueyes, el espectáculo de masas hegemónico en las Españas castellanas, conociera su "época de oro" en Catalunya después de la ocupación borbónica.