Todavía queda más de año y medio para las elecciones generales, si Pedro Sánchez no las adelanta, ya que tocarían a mediados de 2027. Sin embargo, el Gobierno parece estar ya en modo preelectoral, si es que en la política actual hay algún período que pueda considerarse no electoral para unos partidos, sobre todo PSOE y PP, que cuando no tienen generales tienen municipales, europeas o autonómicas en alguna comunidad.  

El Ejecutivo de Sánchez ha puesto en marcha la maquinaria con grandes anuncios de inversiones. Al de hace unos meses en aeropuertos, incluida la ampliación de El Prat, se sumó hace una semana el de los trenes. Grandes proyectos que no verán la luz en esta legislatura, pero que dan la imagen de un país próspero, un buen argumento para pedir el voto.

Óscar Puente anunció que el Aeropuerto de Barcelona tendrá una estación de alta velocidad y que se hará una nueva línea ferroviaria desde la capital catalana hasta Lleida sin pasar por Tarragona. La primera obra es defendida por algunos pero criticada por otros, porque si el AVE se detiene en más estaciones, será más lento, mientras que la segunda tiene el apoyo del sector porque el tramo entre Barcelona y Tarragona está saturado porque también pasan los trenes que van hacia Valencia y el sur del Mediterráneo. El ministro también anunció una mejora de la velocidad del AVE, hasta los 350 kilómetros por hora, que permitirá ir de Barcelona a Madrid en menos de dos horas.

Las propuestas, aunque puedan ser positivas, caen en los pecados habituales. El primero, beneficiar a Madrid, ya que, en realidad, las grandes obras serán unos nuevos accesos a la capital española para desatascar Atocha y una nueva estación en Parla. Mientras tanto, la estación de alta velocidad de la Sagrera, que debería estar terminada desde hace diez años, todavía no tiene fecha de inauguración.

Las mejoras ferroviarias anunciadas por el ministro Puente tienen una cosa en común: todas son o van hacia Madrid

El segundo pecado, que es una extensión del primero, es la concepción de la España radial. Las mejoras anunciadas tienen algo en común: todas son o van hacia Madrid. Y este es un pecado que se comete tanto por acción como por omisión. Es flagrante que se presente como un gran avance el incremento de la velocidad de los AVE, que hará que te puedas plantar de Barcelona a Madrid en menos de dos horas, mientras se ignora la tortura que supone ir de la capital catalana a Valencia en tren.

Barcelona y Madrid están a 505 kilómetros en línea recta, que en autopista son unos 620. Barcelona y Valencia están a unos 350 kilómetros por autopista –en línea recta son unos 303, pero la línea pasa por el mar. He aquí una muestra de marca España: estos más de 600 hacia la capital del Estado se hacen actualmente en dos horas y media y, según el ministro, pronto en menos de dos horas, mientras que los 350 hacia Valencia se hacen, en el mejor de los casos, en 3 horas y cuarto, aunque la mayoría de trenes que se pueden coger –solo hay que consultar la web de Renfe para comprobarlo– tardan más de 3 horas y media.

La diferencia es flagrante. Estas 3 horas y media suponen que el Euromed hace el trayecto entre las dos ciudades del Mediterráneo a una media de 60 kilómetros por hora, contando también las numerosas paradas que hace. Cuando el AVE llegue a los 250 kilómetros por hora, se podría dar el hecho de que se tardara menos yendo de Barcelona a Valencia pasando por Madrid –hablamos de más de 900 kilómetros– que directamente, si se hiciera el cambio de tren rápidamente.

Todo ello muestra no solo el centralismo habitual, que a estas alturas no puede sorprender a nadie, sino cómo Madrid ignora de nuevo el área mediterránea, su población y su poder económico. Que sea tan lento ir de Barcelona a Valencia se suma a los retrasos en el corredor mediterráneo de mercancías, tanto (o más) reivindicado desde el País Valencià como desde Catalunya. Justamente la semana pasada la asociación #QuieroCorredor celebró en Valencia su último evento, en el que Juan Roig, presidente de Mercadona, volvió a reivindicarlo con dos frases muy aclaratorias: “No sé si nuestros nietos lo verán” y “cada ministro que pasa por aquí nos dice que estará en dos o tres años”, y así durante décadas.

Madrid ignora de nuevo el área mediterránea, su población y su poder económico

El corredor no solo supondría un impulso económico a un territorio que, además de Catalunya y el País Valencià, abraza Murcia y parte de Andalucía –y, por tanto, al conjunto del Estado–, sino también una apuesta por la sostenibilidad, ya que sacaría de las carreteras miles de camiones que emiten toneladas de emisiones y desgastan las autopistas gratuitas que mantiene el Estado con sus presupuestos.

Como la Sagrera, el corredor acumula décadas de incumplimientos y retrasos, y la infraestructura ferroviaria mediterránea es antigua y deficiente y obliga a los trenes a ir a velocidades de Cercanías, en el significado más amplio de la expresión. Pero el corredor y la red ferroviaria del Mediterráneo son, una vez más, las grandes olvidadas de los macroplanes y anuncios del ministerio de Transportes. Y cuando se marchen empresas, cierren fábricas y se frenen inversiones, nos llevaremos las manos a la cabeza