El oro alcanza, por primera vez, los 4.000 dólares por onza, en un hecho sin precedentes que duplica su valor en menos de dos años. Este movimiento supone una revalorización del 1,3% en una sola sesión y corona un año espectacular, con ganancias acumuladas que superan el 53% y un ascenso del 34% desde que, el pasado 14 de marzo, superó por primera vez la frontera de los 3.000 dólares.

El impulso inmediato de este último empujón proviene de la incertidumbre que planea sobre la economía más grande del mundo. El cierre parcial de la Administración federal de los Estados Unidos ha dejado al país en un estado de parálisis administrativa, posponiendo la liberación de datos económicos clave, como las nóminas no agrícolas.

A pesar de esta niebla, los mercados anticipan con firmeza un recorte de tipos de interés de un cuarto de punto base este mes. Esta expectativa es un viento favorable para el oro. Como activo que no produce rendimiento (no paga intereses), se ve favorecido cuando los rendimientos de la deuda pública bajan, ya que su coste de oportunidad se reduce.

La combinación de la incertidumbre política y las crecientes apuestas por una flexibilización de la Reserva Federal alimenta una demanda de activos refugio que se mantiene robusta. Sin embargo, atribuir este récord solo a los acontecimientos recientes sería como ver la punta del iceberg. El actual contexto del oro es impulsado por una confluencia de fuerzas estructurales mucho más profundas:

-La gran reconfiguración geopolítica: Los conflictos en Oriente Medio y la guerra continua en Ucrania han desestabilizado el orden global, haciendo que inversores institucionales y gobiernos busquen protección ante la impredictibilidad.
-La diversificación estratégica de los bancos centrales: Este es, posiblemente, el factor más determinante. Las entidades emisoras de países como China están llevando a cabo un proceso masivo de diversificación de sus reservas, alejándose progresivamente del dólar estadounidense. El Banco Popular de China extendió su racha de compras en septiembre por el undécimo mes consecutivo, una clara señal estratégica que persiste a pesar de los precios récord. Esta demanda institucional proporciona un suelo sólido a los precios.
-El riesgo de la política comercial: La agresiva política comercial del presidente Donald Trump, con su retórica y amenazas de nuevas tarifas, inyecta una dosis adicional de volatilidad a los mercados globales, favoreciendo el atractivo del oro.
-La recuperación de los ETF: Las tendencias de los fondos cotizados (ETF) de oro, un termómetro del interés del inversor minorista e institucional, continúan expandiéndose, indicando que el capital continúa fluyendo hacia el metal.

La pregunta del millón es si esta tendencia aún tiene recorrido. El análisis de los expertos apunta a que sí. Los factores que han alimentado el ascenso del oro no muestran signos de disiparse. Los bancos centrales continúan comprando, los riesgos geopolíticos permanecen elevados y las expectativas de nuevos recortes de tipos por parte de la Reserva Federal se intensifican. El hito de los 4.000 dólares no es solo un número. Es un indicador potente del nerviosismo que impregna la economía global y un testamento del papel inmutable del oro como guardián de valor cuando las certezas se difuminan y el futuro se presenta cargado de interrogantes.