¿Por qué, de un tiempo a esta parte, la mayoría de los coches son blancos, negros o, cómo mucho, gris oscuro o clarito? Hay múltiples razones que lo explican y, hoy, queremos acercarte algunas de ellas para que entiendas cómo los fabricantes de automóviles nos han convencido a todos para hacer, precisamente, lo que a ellos más les conviene.

Lo neutro se vende mejor

Aunque; últimamente y por los disparados precios, alarguemos más su vida útil; los coches ya no duran tanto como cuando quienes conducían,  pagaban las letras y se tragaban las facturas del taller eran tu padre, el mío y los de los demás. En aquellas épocas no tan lejanas, la experiencia de llevar un coche al desguace era algo que conocía todo hijo de vecino; pero, hoy, ya no es así. Los coches se compran mediante sistemas de financiación como la multiopción que suelen implicar dejar el coche que, unos pocos años antes, fue objeto de nuestros desvelos en el concesionario para que sea vendido como vehículo de ocasión. Otras veces, también, somos nosotros mismos quienes los vendemos y, ahí, en el mercado de ocasión, tienen mucha más salida los coches de colores poco llamativos. Por eso, cuando compras un coche, el vendedor suele, amablemente, orientarte hacia colores como el blanco, el negro o el gris. Está de hecho, pensando ya en el futuro que tu vehículo tendrá cuando tú ya no lo quieras. Y, sí, tanto tú como yo solemos aceptar. Para convencernos, basta con algo tan sencillo como calzarle al coche con el que soñamos entre 600 y 1.800 euros adicionales si nos ponemos demasiado pelmas exigiendo ese color raro que tanto nos gusta.

El renting

Ahí, no hay color porque, el color, lo escoge otro. Los vehículos destinados a flotas –y ahí cabe ése coche que tu empresa te entrega a veces para que desempeñes mejor tu trabajo o ese vehículo que, como no quieres gastar tanto en reparaciones, acabas de contratar en renting tú mismo- suelen ser casi siempre de colores convencionales: el blanco abunda, el negro también y el gris, en todas sus variantes, suele estar presente. A veces, también, hay alguno rojo o azul, pero son los menos. Y si en 2022 se vendieron unos 666.000 coches nuevos en España. 371.000 se los llevaron empresas. Todos esos coches (de colores aburridos) acaban más pronto o más tarde en el mercado de segunda mano.

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Argumentos

Entre los argumentos para convencernos de que, no, comprar un coche verde botella como el Chrysler 150 que tenía mi padre no es buena idea figuran consejos como ése que asegura que un coche blanco resalta más sobre el asfalto y es más visible de noche o, también, ese otro lugar común nunca comprobado que presupone que, a la hora de contratar un seguro, la compañía te mirará peor si tienes un coche fucsia y te considerará poco menos que un peligro o, directamente, un majareta aficionado al tunning. Por suerte, la proliferación de compañías hace que, si alguien se pasa de listo, puedas siempre ir a que te cotice el seguro el de enfrente.  La realidad, con todo, es mucho más prosaica: las ofertas amplias en materia de color son caras y, por eso, las marcas tratan de limitarlas con obstáculos que trasladan a los vendedores para que los conviertan a nuestros ojos en barreras casi insalvables: ese utilitario amarillo limón que tan bonito te parece sí que está disponible en el catálogo pero, si lo quieres, te a va a tocar esperar un poco más y, además, apoquinar más dinero. ¿Quién se resiste a eso? Y, ahora, con los precios actuales, está todo casi hecho. Cuando un color concentra menos del 5% de la demanda, desaparece del catálogo y, sí, las marcas saben hacer que eso suceda.  Sea como fuere -y mira que no me gustaba mucho su color cuando lo compré- desde hoy voy a mirar con otros ojos a mi viejo Mondeo gris tormenta o, como dice mi hijo, "verde chungo". El pobre, y mira que ahora está en el taller, es un superviviente de tiempos más felices y coloridos. 

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