Engorda a lo bestia, se parece poco o nada a lo que vemos en los anuncios que animan a consumirla y, a mí al menos, no me sabe a nada parecido a lo que considero una comida suculenta. Además, un reciente estudio acaba de demostrar que favorece el dolor crónico. Sí, aciertas, hablamos de la comida basura.

Muchos carbohidratos y nada de fibra
Los dudosos festines que se pueden encargar en cualquier restaurante de comida rápida incluyen grandes cantidades de carbohidratos y poca o ninguna fibra y eso complica la vida a nuestro organismo, que al procesarlos los convierte en glucosa que va a parar al torrente sanguíneo y debe regularse. Si estamos sanos y estas situaciones no son frecuentes, no pasa nada, pero si se repiten en el tiempo demasiado, nuestro sistema de regulación (que no es otro que la insulina) se ve afectado. Hasta la fecha, sabíamos que estas situaciones nos hacían más propensos a la diabetes y hacían aumentar nuestro pero, pero ahora sabemos algo más: favorecen el dolor crónico.
Un experimento lo demuestra
Científicos de la University of Texas at Dallas (UT Dallas) acaban de demostrarlo: tras someter a un grupo de ratones a una ingesta controlada de grasas saturadas durante un tiempo determinado, han comprobado que la grasa saturada en sandre se une a los receptores de las células nerviosas que conducen a la inflamación e imitan los síntomas del daño nervioso. Bastó, de hecho, ocho semanas para comprobarlo y llegaron a una conclusión clara: no se necesita diabetes ni ninguna patología porque una dieta rica en grasas durante un corto periodo de tiempo predispone al dolor crónico así que, cuidado: ya no se trata de engordar y tener la presión alta. Se trata de dolor y la solución es la de siempre: verdura, fruta, pescado y carne de la buena.