No es difícil encontrar en revistas y webs de ejercicio y belleza el consejo de realizar ejercicio en ayunas para perder más peso. Pero ¿está esta afirmación basada en la ciencia? Lo cierto es que existe una gran controversia con este asunto y se pueden encontrar estudios contradictorios al respecto.

Según un estudio publicado en el British Journal of Nutrition, los investigadores analizaron dos grupos de hombres que salieron a correr por la mañana, uno antes de desayunar y otro después. Las conclusiones apuntaron a que al saltarse el desayuno y correr con el estómago vacío, se quemó un promedio de 20 por ciento más de grasa.

Otra investigación llevada a cabo en Japón determinó que el ejercicio en ayunas acelera la quema de grasa a lo largo del día. Durante un período de 24 horas, los ejercicios de cardio en ayunas indujeron a que se quemara casi el doble de grasa en comparación a realizar el mismo ejercicio después del almuerzo.

Los estudios que se han llevado a cabo el respecto, vienen a concluir que al hacer deporte en ayunas, la insulina está baja y el cuerpo utiliza la grasa y el glucógeno como carburante. El glucógeno es un tipo de combustible para nuestras células, una sustancia que nuestro organismo convierte en glucosa. Cuando las reservas bajan, el cuerpo recurre a la grasa principalmente y se produce un mayor gasto.

Por lo tanto, el problema parece estar resuelto. Pero no. La mayor parte de estos estudios analizaron lo que sucedía mientras se realizaba un entrenamiento en concreto, o durante las 24 horas posteriores. Pero muy pocos van más allá y se han dedicado a comprobar los efectos a largo plazo del ejercicio cardio en ayunas en la composición corporal. Y los que lo han hecho, han llegado a la conclusión de que tanto si te tomas algún alimento como si se ayuna, no existe mucha diferencia a largo plazo en la cantidad de grasa que pierde de una forma u otra. 

En una investigación llevada a cabo en Túnez durante el Ramadán, se comprobó que el efecto de cuatro semanas de ejercicio aeróbico en ayunas conllevó una pérdida mínima de la grasa corporal. De hecho, las diferencias eran tan mínimas que apenas eran concluyentes porque podían haber intervenido otros factores.

En otro estudio llevado a cabo por varias universidades de Estados Unidos se analizaron dos grupos de mujeres. Las primeras realizaron en ayunas 50 minutos de caminata o trote tres veces a la semana y las segundas desayunaron antes de hacer ese mismo ejercicio. Después de cuatro semanas, no hubo una diferencia significativa en la cantidad de grasa perdida entre los dos grupos.

Por lo tanto, ante la diversidad de estudios concluyentes, la mejor recomendación es que la propia persona sea la que escoja según sus preferencias o en función de cómo le siente mejor el ejercicio. No parece haber mucha diferencia a la hora de adelgazar si se escoge una u otra opción pese a todo lo que se escribe al respecto.