El consumo de alimentos ultraprocesados se ha triplicado en España a lo largo de las últimas décadas y los científicos ya hablan de "nuevo tabaquismo" por las consecuencias para la salud que esto supone. En concreto, desde 1990 a 2010, la ingesta de calorías procedente de este tipo de comida ha pasado de un 11% a un 32%. Así lo señala un análisis científico publicado por la revista The Lancet, que recoge el trabajo de 43 expertos en medicina preventiva y otros campos. "Con la tendencia de crecimiento observada, es posible que el consumo actual sea aún mayor", advierten.
Los ultraprocesados son "sustancias derivadas de alimentos baratos y aditivos, diseñadas y comercializadas para reemplazar los alimentos integrales y las dietas basadas en comidas reales, con el fin de maximizar las ganancias de la industria alimentaria", explica la investigadora de la Universidad de Salamanca Renata Bertazzi. Por ejemplo, aditivos cosméticos que no cumplen función de conservación, y modifican color, sabor, aroma, textura o apariencia: aromas artificiales, potenciadores del sabor, colorantes, emulsionantes, edulcorantes, o espesantes. Son sustancias de uso industrial, que no se encuentran en supermercados ni se utilizan en la cocina doméstica: caseína, proteína de suero, jarabe de maíz de alta fructosa, azúcar invertido, maltodextrina, dextrosa, lactosa o aceites hidrogenados.
El consumo creciente de productos cargados con estos componentes eleva el riesgo de padecer enfermedades como la obesidad, la diabetes, patologías del corazón o del riñón, e incluso depresión. También está asociado a un mayor riesgo de muerte prematura. Es por esto que los investigadores apelan a los gobiernos a regular y reducir la producción, la comercialización y el consumo de ultraprocesados para salvaguardar la salud pública frente "a la poderosa industria de fabricación de ultraprocesados".
Científicos piden un etiquetado como el del tabaco
Los expertos piden un etiquetado "más parecido al de una cajetilla de tabaco", que informe claramente de sus aditivos y del riesgo que suponen para la salud de forma bien visible en la parte frontal del producto. También plantean la posibilidad de retirar estos productos de los comedores escolares y de los hospitales limitar su presencia en los supermercados; restringir su publicidad y gravarlos para destinar la recaudación a que las frutas, verduras y alimentos frescos lleguen a los hogares con menos recursos.
"Hay que ponerles impuestos más altos y destinar ese dinero a que sea más fácil acceder a la comida saludable", subraya directora del Centro de Prevención de Enfermedades Crónicas Asociadas a la Nutrición (CIAPEC) de Chile, Camila Corvalán, una de las participantes en la investigación. Los investigadores sostienen que son las empresas globales, y no las elecciones individuales, las que están impulsando el auge de los alimentos ultraprocesados, y concluyen que "es urgente y factible" una respuesta sanitaria global a este desafío.
Los ultraprocesados constituyen el sector alimentario más rentable y genera ventas anuales globales de miles de millones de euros, que les sirven para ampliar su producción, invertir en técnicas de mercadotecnia e influencia política, o diseños atractivos para impulsar el consumo. Los artículos revelan también cómo las empresas de ultraprocesados emplean sofisticadas tácticas políticas para proteger sus beneficios: bloqueando regulaciones, influyendo en los debates científicos y en la opinión pública.
