Desde que nos levantamos por la mañana, nuestro sentido del olfato nos proporciona información de forma continua. Nos abre el apetito, nos atrae, nos recuerda cosas de nuestro pasado, nos provoca atracción hacia otra persona… Ahora un nuevo estudio llevado a cabo en el James Paget University Hospital del Reino Unido revela la gran variedad de impactos emocionales y prácticos causados ​​por la pérdida del olfato. 

Uno de los datos más curiosos de esta investigación es que concluye que cuando el sentido del olfato desaparece, casi todos los aspectos de la vida se ven alterados, desde las preocupaciones cotidianas sobre la higiene personal hasta la pérdida de la intimidad sexual y la ruptura de las relaciones personales. 

Oliendo café

Los trastornos del olfato afectan a alrededor del cinco por ciento de la población y tienen diferentes consecuencias, desde la pérdida total del sentido hasta los cambios en la percepción de los olores. Hay muchas causas que pueden provocarlo, desde infecciones y lesiones hasta enfermedades neurológicas como el Alzheimer, incluso puede producirse como consecuencia de un efecto secundario de medicamentos.

Una de las primeras cosas que sucede es la pérdida de percepción del sabor, que puede afectar el apetito y empeorar aún más si las distorsiones en el sentido del olfato también coexisten. Además, en las personas que lo sufren, se da una incidencia mayor de depresión, ansiedad, aislamiento y dificultades en las relaciones.

En el estudio participaron 71 personas de entre 31 y 80 años. Todos declararon haber sufrido un impacto emocional negativo y consecuencias en la salud física. Un gran problema es la percepción del peligro: no poder oler los alimentos que habían caducado, o no poder oler el gas o el humo.

Un gran número de participantes ya no disfrutaba de comer, otros estaban comiendo más alimentos con bajo valor nutricional que eran altos en grasa, sal y azúcar, y en consecuencia habían aumentado de peso. Los participantes habían perdido interés en preparar comida y algunos reportaron que estaban demasiado avergonzados por la situación para dar de comer a familiares y amigos por no saber si estaban cocinados de manera correcta.

La incapacidad de vincular los olores con los recuerdos felices también fue una consecuencia muy negativa relatada por los participantes en el estudio, porque nos vinculan con personas, lugares y experiencias emocionales. Y las personas que han perdido el sentido del olfato se pierden en todos esos recuerdos que el olor puede evocar. 

Oliendo

La higiene personal era una gran causa de ansiedad y vergüenza, porque los participantes no podían oler a sí mismos, y eso les aislaba voluntariamente de los demás. En situaciones muy cotidianas, como por ejemplo, los padres de niños pequeños no sabían cuándo debían cambiar los pañales y eso provocó sentimientos de fracaso. Incluso una madre aseguró que el hecho de no poder oler a su bebé le había provocado una cierta distancia.

Las relaciones sexuales también se vieron afectadas, porque el olfato es importante en la atracción de las personas. Todos estos problemas condujeron a una amplia gama de emociones negativas que incluyen ansiedad, frustración, depresión, aislamiento, pérdida de confianza, arrepentimiento y tristeza. Y los problemas se agravaron por la falta de comprensión sobre el trastorno entre los médicos.