Hace escasos días, los servicios de urgencias hospitalarios y de los Centros de Urgencia de Atención Primaria (CUAP) de Catalunya dieron a conocer que durante 2018, cada fin de semana atendieron a 79 jóvenes menores de 30 años de media por problemas relacionados con el consumo de alcohol.

En total, el 56,7% de las urgencias relacionadas con el consumo de sustancias atendidas en los servicios hospitalarios de Catalunya fueron a causa del alcohol, con una media de 27 personas al día. No sólo eso, el alcohol también es la sustancia con más demandas de tratamiento en los centros de atención y seguimiento de las drogodependencias, con un porcentaje del 42,2% del total.

Cervezas

No todas estas personas que han sido atendidas en el pasado año por intoxicación por alcohol terminarán desarrollando trastornos por adicción. Pero sí se sabe que algunos individuos son más propensos a tener problemas con la bebida, mientras que otros no.

Un equipo de expertos del Instituto Salk de Estudios Biológicos –una referencia mundial en el mundo de la biología– ha descubierto un circuito cerebral que controla el comportamiento del consumo de alcohol en ratones, y que puede usarse como biomarcador para predecir el desarrollo del consumo compulsivo más adelante.

La investigación se ha publicado durante el mes de noviembre en la revista Science y es importante porque podría tener implicaciones para comprender el consumo excesivo de alcohol en humanos y la adicción en el futuro. De hecho, los expertos que han participado en él lo han calificado como una investigación histórica, porque por primera vez se ha podido predecir la posibilidad de desarrollar un comportamiento de consumo de alcohol compulsivo antes de que comience el comportamiento.

El alcoholismo se define como una enfermedad cerebral crónica en la que un individuo bebe compulsivamente, a menudo como resultado de la aparición de una serie de emociones negativas. Anteriormente, la ciencia se había centrado en analizar el comportamiento que se generaba en el cerebro después de que se desarrollara un trastorno con la bebida.

Es la primera vez que se publica un estudio en el que el análisis se ha centrado en descubrir la predisposición para desarrollar el comportamiento. El método empleado se denomina “tarea de compulsión inducida por atracones” y ha permitido a los científicos examinar el consumo de alcohol y el consumo asociado a una consecuencia negativa, en este caso, un sabor amargo que se le agregó a la bebida.

A través de una serie de pruebas, los científicos observaron que los ratones podían clasificarse en tres grupos, a los que denominaron bebedores bajos, bebedores altos y bebedores compulsivos. A diferencia de los dos primeros grupos, los bebedores compulsivos mostraron insensibilidad a las consecuencias negativas, es decir, al sabor amargo de la bebida. A continuación, utilizaron una técnica de imagen para registrar determinadas células y regiones cerebrales antes de beber, durante la bebida y después de beber alcohol. En concreto, analizaron la actividad neuronal en dos regiones involucradas en el control del comportamiento: la corteza prefrontal medial y la materia gris periacueductal, respectivamente.

Mujer vino

Descubrieron que el desarrollo del consumo compulsivo de alcohol estaba relacionado con los patrones de comunicación neuronal entre las dos regiones del cerebro, y era un biomarcador para predecir el consumo compulsivo futuro. Además, los investigadores utilizaron la optogenética para controlar la actividad de la vía neural utilizando la luz. Al encender o apagar el circuito cerebral, los científicos pudieron aumentar el consumo compulsivo de alcohol o reducirlo. 

Ahora toca saber si este circuito cerebral es específico para el alcohol o está involucrado en múltiples comportamientos compulsivos, como los relacionados con otras sustancias de abuso o recompensas con la comida o las compras, por poner unos ejemplos. En definitiva, se abre una vía de investigación que promete ser de gran utilidad para el tratamiento de las adicciones.