La ansiedad y la depresión son dos de los principales males de la sociedad contemporánea. El pasado año, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) publicó el informe Health at a Glance: Europe 2018 en el que se analizaba la incidencia de los trastornos mentales más importantes en los principales países europeos. Se calcula que uno de cada seis habitantes de la UE padece alguna patología de esta índole.

El agotamiento emocional

Una de las causas principales de la aparición de estas enfermedades es el estrés. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el estrés es “el conjunto de reacciones fisiológicas que prepara el organismo para la acción”. Una especie de sistema de alerta que forma parte de nuestra biología y ha sido determinante en nuestra supervivencia. A corto plazo, es útil, pues nos ayuda a afrontar cambios o a escapar de situaciones de riesgo, pero el problema surge cuando se mantiene en el tiempo. Es entonces cuando puede derivar en una patología, en una estado de ansiedad permanente o incluso en una depresión. Cuando estas circunstancias forman parte del día a día de una persona, cuando se convierte en un algo crónico, es cuando aparece el cansancio, fatiga o agotamiento emocional, diferentes nombres para denominar a un mismo trastorno.

Los síntomas

El cansancio emocional presenta diversos síntomas. Las personas que lo padecen hablan de una especie de inercia física y mental que lleva a afrontar el día a día con una sensación de pesadez y falta de energía que deriva en desencanto, desilusión y desesperanza.

Es una apatía muy característica que se instala en la mente de los afectados y les lleva a tener una gran dificultad para concentrarse y abordar las tareas del día a día. Se produce un distanciamiento afectivo respecto a los demás, una irritabilidad y una gran dificultad para pensar. 

Existe una corriente de pensamiento que identifica el agotamiento emocional con la depresión, pero muchos expertos señalan que tienen características diferentes. La doctora Anna Katherina Schaffner, profesora de la Universidad de Kent en el Reino Unido, publicó tras una experiencia personal un libro muy interesante en el que aborda esta cuestión. Lleva por título Agotamiento: una historia y describe la evolución del cansancio o fatiga emocional desde la antigüedad clásica hasta nuestros días, examinando fuentes históricas y estudiando desde personajes que lo han padecido hasta la visión que han tenido doctores y filósofos de lo largo de los siglos sobre esta cuestión.

Según la autora, la depresión conlleva una pérdida de autoconfianza y autodesprecio incluso, situaciones que no se dan en el caso del cansancio emocional, donde la imagen sobre uno mismo suele permanecer intacta.

Tampoco se trata del síndrome de fatiga crónica, que implica una serie de síntomas físicos que no siempre acompañan a la fatiga emocional. Esta se suele caracterizar más por una sensación de desinterés y desmotivación constante, de no sentirse con fuerzas de seguir adelante.

Un perfil típico de persona que suele padecer este trastorno es el que se exige demasiado a sí mismo. Aquel que busca la perfección en exceso, con expectativas demasiado altas y que vive con la sensación de que nunca hace lo suficiente ni que llega a las metas que se ha autoimpuesto. Las personas que han vivido algún tipo de trauma, o que tienen que lidiar en el trabajo o en el ámbito familiar con situaciones estresantes, relaciones difíciles o cuidar a enfermos son también candidatos a sufrir la fatiga emocional.

Cuando se presenta este trastorno, el primer paso siempre ha de ser acudir a un especialista que determine cuál es el mejor tratamiento en cada caso. Normalmente, la terapia a seguir va encaminada, en primer lugar, a analizar las causas de su aparición, a desarrollar una diferente actitud ante las obligaciones del día a día y a mejorar la autoestima de los pacientes.