Ahora hace justo una semana, un alto funcionario de Moncloa hablaba de las negociaciones para la investidura como una partida de ajedrez. "Cualquiera que sepa un poco de ajedrez sabe que con cualquier movimiento, por pequeño que sea, se puede desestabilizar el tablero de juego y desactivar la estrategia del otro", decía. El jugador por la banda de Ferraz era Iván Redondo, jefe de gabinete y gurú de Pedro Sánchez, y el movimiento era ofrecer ministerios "técnicos" a Unidas Podemos. Una semana más tarde, la partida se ha resuelto con jaque mate: la cabeza de Pablo Iglesias ha rodado Moncloa abajo. En medio ha habido otros movimientos que han descolocado al adversario.
Después de más de dos meses de posiciones contrapuestas y enrocadas, esta semana, ante la inminencia del debate de investidura que empieza el lunes, se ha resuelto el toma y daca de las negociaciones. Todo se ha acelerado, a un ritmo vertiginoso, y con constantes cambios de dirección. A diferencia de las semanas previas. El tacticismo de las dos partes, marcado en gran parte por la desconfianza entre sus dos líderes, lo ha impregnado todo. Y lo ha envenenado todo también. El camino hacia el entendimiento ha costado cinco reuniones --que hayan trascendido--, varias llamadas y algún golpe de efecto.
Justamente la respuesta al movimiento de los ministros técnicos fue otro movimiento de Pablo Iglesias: la convocatoria de la consulta en las bases de Podemos. Entre pasillos, en Moncloa y en Ferraz, los socialistas no podían esconder su enfado, especialmente por el momento escogido y por el redactado de las respuestas. Y lunes, en una entrevista en la cadena SER, Pedro Sánchez daba por rotas las negociaciones. El desconcierto en Podemos era total. El entorno de Pablo Iglesias se mostraba sorprendido, tanto por el contenido como por las formas, alegando que ya se sabía que se consultaría a los inscritos.
El martes no mejoraron nada las cosas. Esta vez era Iglesias quien daba una entrevista en La Sexta, donde se mostraba dispuesto a "ceder más", pero sin "vetos" a su persona. "Yo podría jugar un papel a las órdenes del presidente del gobierno", llegaba a decir el líder de Podemos. Pero la única respuesta que recibió fue la reunión entre la socialista Adriana Lastra y el republicano Gabriel Rufián, que transmitieron su buena sintonía y trasladaron toda la presión a su grupo. El PNV también descartaba aquel día el no a la investidura. Que su cabeza era el principal obstáculo ya era un secreto desde hace semanas en los mentideros de Madrid.
El jueves, después de la tregua del miércoles, se haría público y notorio. Primero Ferraz filtró que, en sus conversaciones con Pedro Sánchez, Pablo Iglesias exigía ser vicepresidente y tener dos ministerios. Minutos más tarde, era el candidato socialista quien recibía La Sexta, e imponía un veto claro y rotundo: "No se dan las condiciones para que el señor Iglesias sea miembro del gobierno". En Podemos se quedaron aturdidos. "Es un insulto, una falta de respeto; quieren acabar con él", denunciaba su entorno. Respondieron con el resultado de la consulta: el 70% votó por "un acuerdo integral, programático y de equipos sin vetos donde las fuerzas de coalición tengan una representación claramente proporcional en sus votos". También es cierto que votó el 26,7% del censo total de inscritos a la web de Podemos.
No fue hasta viernes que el entendimiento empezó a ver luz al final del túnel. Fue gracias a la vía Montero, de incluir a otros miembros de la dirección de Podemos en el gobierno. Por la mañana abrieron la puerta a esta posibilidad la portavoz socialista Adriana Lastra y también la misma Irene Montero. Al mediodía, desde Moncloa acabaron de allanar el terreno. Por la tarde se produjo la renuncia de Pablo Iglesias, a cambio que sea Unidas Podemos quien escoja sus miembros. El PSOE ya da el acuerdo por hecho.
Todavía hace falta que las negociaciones —que están siendo discretas a diferencia de los intercambios de reproches de las semanas anteriores— lleguen a puerto. Este lunes empieza el debate de investidura, con la intervención de Sánchez ante el Congreso de los Diputados. Hay tiempo hasta el jueves, cuando tenga lugar la segunda votación, donde bastará con más sí que no.
Cesiones
En este toma y daca, las dos partes se han visto obligadas a ceder. La oferta final de Pedro Sánchez no ha sido ni el "gobierno monocolor" que había defendido durante dos meses ni, muy probablemente, sólo ministros "técnicos" de Podemos. Ya habla de "coalición" y ha dejado el eufemismo "cooperación". Por su parte, Pablo Iglesias ha tenido que sacrificar su propia silla en el Consejo de Ministros a cambio de la entrada en el gobierno de su partido. Pero las cesiones no han sido sólo con respecto a los cargos; por el camino, el líder de Podemos también se ha comprometido a ser "leal" y "respetar el liderazgo" del PSOE en "cuestiones de Estado" como el conflicto catalán. A las puertas de la sentencia del Tribunal Supremo y con un presidenciable que no quiere cerrar la puerta a una segunda aplicación del artículo 155 si los independentistas lo vuelven a hacer.