Una de las cuestiones centrales en las históricas reuniones de esta semana en la Casa Blanca ha sido la de las garantías de seguridad que se podrían ofrecer a Ucrania en caso de un acuerdo de paz con Rusia. Para el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, estas "son un tema clave, un punto de partida para poner fin a la guerra". El mandatario es consciente de que, a largo plazo, la superioridad militar de Moscú acabará desgastando unas tropas ucranianas notablemente debilitadas por tres años y medio de conflicto. Por eso, ha insistido durante mucho tiempo que cualquier acuerdo de paz debe ir acompañado de promesas firmes por parte de Estados Unidos y Europa que sirvan para disuadir a Vladímir Putin de intentar nuevos ataques en el futuro. ¿Pero, en la práctica, qué significan realmente estas "garantías de seguridad" y quién las podría proporcionar?

¿Quién estará involucrado?

Este lunes, Zelenski dijo que los detalles sobre las promesas de seguridad se concretarían y "formalizarían sobre el papel" en un plazo de 10 días. A pesar de la actual incertidumbre, es muy probable que participen los países de la conocida como "Coalición de los dispuestos", un grupo de aliados clave de Ucrania conformado por 30 países. Quedará para ver, sin embargo, qué puede ofrecer cada miembro, dado que no todos mantienen la misma postura con respecto a la idea de participar en una misión de mantenimiento de la paz en Ucrania. En este sentido, todo parece indicar que el Reino Unido y Francia liderarán las garantías de seguridad. Los dos países se han mostrado dispuestos a enviar tropas como parte de una "fuerza de tranquilización" idea que el presidente francés, Emmanuel Macron, confirmó el lunes. "Tenemos que ayudar a Ucrania sobre el terreno", aseveró el jefe del Elíseo, que también está dispuesto a contribuir por vía aérea y marítima. En la otra cara de la moneda, países como Alemania e Italia son más escépticos y se niegan, de momento, a comprometer sus efectivos. Australia y Canadá podrían estar más dispuestos, según los analistas.

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Keir Starmer y Emmanuel Macron durante la reunión de este lunes en la Casa Blanca / Europa Press

También quedan muchos detalles logísticos a resolver. ¿Las tropas occidentales estacionarían a lo largo de una línea de alto el fuego o proporcionarían un papel de entrenamiento más limitado en grandes ciudades como Kiev y Lviv? ¿Cuál sería la manera de actuar en caso de un ataque ruso? Sea como sea, el propósito está claro: evitar que el Kremlin orqueste nuevos ataques a Ucrania en los próximos años. La manera de hacerlo probablemente exigirá desplegar fuerzas sobre el terreno y dar apoyo al país desde el mar y el aire, a la vez que se invierte en la reconstrucción de las fuerzas armadas ucranianas. "Daremos apoyo a un Ejército ucraniano robusto, capaz de resistir cualquier intento de ataque y disuadirlo, y por lo tanto sin limitaciones en número, capacidades y armas", afirmó Macron durante la reunión en la Casa Blanca.

¿Cuál será el papel de Estados Unidos?

Esta es la gran incógnita a resolver. Donald Trump espera que los países europeos soporten la mayor parte de la carga, dado que "son la primera línea de defensa". Sin embargo, prometió ayuda de Washington a Ucrania, sin detallar de qué tipo. En general, su postura ha sido imprecisa y poco detallada: en una publicación en Truth Social posterior a la reunión del lunes, dijo simplemente que las garantías de seguridad "serían proporcionadas por los diversos países europeos, en coordinación con los Estados Unidos de América". El republicano se ha mostrado, eso sí, totalmente en contra de la inclusión de Ucrania en la OTAN, idea que Kiev considera la panacea para disuadir a Rusia de cualquier ataque futuro. Este martes, además, el republicano confirmó su negativa a desplegar tropas norteamericanas en suelo ucraniano. "Lo que significará exactamente —la implicación de EE.UU.— se discutirá los próximos días", dijo el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, en una entrevista con Fox News.

Aunque Rutte trata de presentar la posición de la Casa Blanca como un "avance", la mayoría de analistas coinciden en que Putin no se tomará seriamente ninguna fuerza que actúe como garantía de seguridad sin el apoyo directo de EE.UU. Desde la recopilación de inteligencia hasta la capacidad de suprimir defensas aéreas enemigas a gran escala, Washington dispone de capacidades militares que los aliados europeos no tienen. La administración Trump, consciente de esto, actuará con cautela con respecto a cualquier implicación que pueda conducir a una escalada, aseguran los expertos. En paralelo, Ucrania continúa interesada en comprar armas norteamericanas por un valor de 90.000 millones de dólares, un recurso que considera vital para garantizar su seguridad. 

¿Rusia aceptará estas garantías?

Según Donald Trump, durante la cumbre en Alaska, Vladímir Putin dio su visto bueno a la idea de proporcionar garantías de seguridad en Ucrania. El enviado especial del republicano, Steve Witkoff, dijo que, si bien estas garantías estarían fuera de los auspicios de la OTAN, equivaldrían al artículo 5 de la Alianza, que garantiza una respuesta coordinada en caso de un ataque contra cualquiera de los Estados miembros. Sin embargo, la interpretación rusa de estas promesas dista de la versión norteamericana. El Kremlin se opone categóricamente a cualquier escenario que prevea la aparición en Ucrania de un contingente militar con la participación de países de la OTAN, según palabras de Maria Zakharova, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores ruso. Por lo tanto, es casi imposible que Rusia acepte una fuerza de mantenimiento de la paz como parte de ningún acuerdo, cuestión que, según Trump, Putin había aceptado durante el encuentro entre los dos mandatarios.

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Vladímir Putin y Donald Trump en Alaska / Europa Press

Por el contrario, los objetivos bélicos de Putin no han cambiado en ningún momento, y siguen destinados a resolver las necesidades de seguridad existenciales de Rusia. El mandatario ruso exige la totalidad de las provincias de Donetsk y Luhansk, incluido el territorio que no ha podido conquistar desde el 2014. Putin también quiere la "desmilitarización y desnazificación" de Ucrania, es decir, reducir hasta al mínimo el ejército ucraniano y destituir Zelenski para colocar en su lugar a alguien afín en el Kremlin. Si bien la intensa diplomacia de los últimos días puede haber parecido un progreso, la postura esencial de Rusia no ha cambiado: Putin no muestra ningún signo de respeto por la soberanía de Ucrania, y tampoco ninguna voluntad de detener la guerra.

¿Cuál es la alternativa?

En estos momentos, ante la evidente incapacidad europea para alcanzar una postura común sobre cómo proporcionar las garantías de seguridad en Ucrania, parte de la discusión se centra en la idea de que estas lleguen en forma de cobertura aérea —una medida parecida a las zonas de exclusión aérea sobre el Iraq en los años noventa, diseñadas para prevenir ataques de las fuerzas de Saddam Hussein. A ojos de los analistas, esta alternativa proporcionaría vigilancia y reconocimiento, pero sería difícil mantener la superioridad aérea si Rusia decidiera desafiarla. Además, existiría el riesgo de una escalada rápida si los aviones de combate se involucraran en combates aéreos. El futuro de la cuestión dependerá, en gran parte, del número de países europeos que se decidan a contribuir con sus tropas, y del alcance de la enigmática ayuda que ha prometido Donald Trump.

Desafortunadamente, cabe decir que esta situación no es nueva. En 1994, Ucrania aceptó renunciar a sus armas nucleares a cambio de unas garantías de seguridad internacionales que, según los términos del memorándum de Budapest, serían proporcionadas por EE.UU., Rusia, el Reino Unido, China y Francia, países que "se abstendrían del uso y la amenaza de la fuerza" y "garantizarían la independencia política de Ucrania". Tres años más tarde, Rusia reconoció las fronteras postsoviéticas de Ucrania, y esta cedió a Moscú la mayor parte de su marina y le arrendó el puerto de Sebastopol —ubicado en Crimea— durante veinte años. Pero ni el acuerdo firmado en Budapest ni la aparente normalización de las relaciones entre Kiev y Moscú impidió que, en el 2014, Rusia utilizara a sus tropas estacionadas en Crimea para tomar y anexionar la península. Desde entonces, Putin ha dicho que toda Ucrania forma parte de la "Rusia histórica". Esta experiencia del pasado, que pone en evidencia que las promesas no siempre se acaban cumpliendo, empuja a Ucrania a buscar, esta vez, garantías mucho más firmes.

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