El giro migratorio a la derecha está siendo muy poco práctico para PP y Junts. Los de Puigdemont se han quedado sin el traspaso de las competencias en frontera por mera estrategia electoral. Pudieron haber hecho trampas en el Congreso y al final se han hecho trampa solos. Podemos nunca hubiera votado en contra de una delegación de competencias. Lo avisaron en su primera intervención: burocracia administrativa, sí; discurso antimigratorio, no. Junts pudo haber sacado adelante las competencias y dos días después elevar el discurso al tono de Aliança Catalana. Pero el modo electoral anticipado les ha dejado sin ambas cosas. Las encuestas favorecen al ala más extrema y va a ser difícil que consigan la medalla de las competencias con un Podemos y unas izquierdas en el frente contra lo que entienden son propuestas xenófobas.

En España una mayoría de la sociedad defiende una visión integradora de la inmigración

El auge de VOX y Aliança Catalana necesita discursos capaces de confrontar directamente con ellos. Pero si todos se hacen más racistas y más autoritarios, más que destruir la competencia la engordan al darles la razón. No sabemos si es la fórmula ganadora, pero, por mucho documento de Murcia (la propuesta migratoria del PP), en España una mayoría de la sociedad defiende una visión integradora de la inmigración.

La apuesta que vincula inmigración y seguridad sin más, o un carné-visado por puntos dependiendo de los méritos, cercanía cultural y capacidad -—no voluntad— de integración, no resuelve la pedagogía necesaria para romper el binomio que une inmigración e inseguridad. Quién es apto en un país frontera que depende del campo y la natalidad de los recién llegados, por citar dos pilares incontestables. Los magrebíes de Torre Pacheco sostienen el 70% de la economía del campo, por buscar un ejemplo reciente. Los ingenieros y matemáticos sirios o hindúes de las grandes tecnológicas son tan necesarios como los venezolanos y colombianos que viven en España.

Para muestra del cinismo del PP con los datos, el último editorial del Financial Times bajo el título “España, la economía que más destaca de Europa”. La inmigración debe gestionarse “con cuidado”, apunta, mientras la coloca como el principal motor de crecimiento. “La creciente demanda de mano de obra ha impulsado el empleo a máximos históricos y ha ayudado a evitar la grave escasez de mano de obra cualificada que ha afectado a sus homólogos europeos”. Los populares lo saben porque gobiernan en once autonomías.

El boom de la economía española responde fundamentalmente a tres factores. Un modelo de acogida a la inmigración que sostiene ese 12% del PIB en turismo; la apuesta por las renovables, y el llamado escudo social que va del ingreso mínimo vital (IMV) al salario mínimo. Apertura, redistribución y transición ecológica. El PP debería competir en clave de un modelo económico. Sin un proyecto definido solo le queda ir a remolque de VOX en clave cultural. La Comunidad de Madrid tiene un modelo que absorbe el dinamismo económico del resto de comunidades. Con unas tensiones donde el modelo Díaz Ayuso no es extrapolable al resto de España por una capitalidad que le permite la competición fiscal a la baja.

Más allá de cargar contra la corrupción, el discurso del PP está atrapado entre el modelo económico del PSOE avalado en las cifras macro y el discurso de VOX contra la inmigración. Tienen la profecía autocumplida de ser los más votados. Pero sumidos en la estrategia de que su llegada es inevitable, es posible que el PP esté alimentando su propio monstruo de coalición. No está escrito que los conservadores sean la primera fuerza en ningún país y en España la coalición liberal está de momento descartada (por el propio PP). En Francia, Nicolas Sarkozy acaba de ser condenado e ingresará en prisión; en EE. UU. los republicanos moderados han sido purgados por el movimiento MAGA, y los conservadores en Reino Unido están en su peor momento en las encuestas, con Nigel Farage al 34% y los conservadores en tercer lugar, a punto de ser adelantados por los verdes.

Solo si el PP consigue salir del marco obsesivo de VOX, si deja de caer en la trampa migratoria, podrá competir por ese límite imaginario de los 160 escaños. Nadie, ni siquiera el gurú del 23-J José María Michavila, se atreve a decir que ahora estén cerca de ahí.