En dos artículos míos del último año y medio he hablado del paro y de la inmigración de manera separada. El más reciente se refería a los altísimos niveles de la tasa de paro que tenemos, que aquí se consideran normales y en el resto del mundo se considerarían escandalosos; en otro anterior me refería al crecimiento económico y a la inmigración que lleva asociada en Catalunya. En este quiero referirme a la paradoja que se da de coexistencia de altos niveles de paro y continuación del flujo de inmigrantes que cubren muchos de los puestos de trabajo que pide el mercado. Datos referidos al conjunto de España relativos al primer trimestre de este año indican que más de tres cuartas partes de los puestos de trabajo que se crean los ocupan trabajadores extranjeros. En las Balears, por ejemplo, son más del 30%, en Catalunya prácticamente una cuarta parte y en el País Valencià se supera con creces el 20%.

Vamos a ver algunos datos que me han parecido relevantes para ilustrar la evolución de este binomio paro-inmigración aplicado en Catalunya en los últimos años, concretamente comparando los dos que podemos considerar "normales" (2019 y 2023) una vez salvada la excepcionalidad que representó la pandemia.

Empecemos con los datos de paro registrado mensual, desestacionalizado, que acaba de publicar el Observatorio de Trabajo y Modelo Productivo, y que cubre de enero de 2005 a agosto de 2023. Los grandes rasgos del paro en Catalunya y su evolución son que la cifra más baja se registró a principios de 2007, con 250.000 personas, que con la crisis llegó a alcanzar un máximo de 646.000 (marzo del 2013), después baja paulatinamente hasta 370.000 (junio del 2019), con la pandemia sube hasta 492.000 (septiembre del 2022), para volver a bajar hasta los 342.000 de agosto de este año. Recordemos que las tasas de paro en Catalunya son establemente el doble de las que se dan por término medio en los países de la OCDE. El hecho de que en el conjunto de España los registros todavía sean peores no tendría que ser ningún consuelo para nadie. Tenemos un problema grande, y es crónico.

Los trabajadores extranjeros vienen porque encuentran trabajo. Y si encuentran trabajo, habiendo parados como es el caso, quiere decir que los locales no los pueden o no los quieren hacer por una amplia batería de posibles factores explicativos del ámbito económico

Dos colectivos significativos como son las personas más jóvenes (menos de 25 años) y las mayores (45 años o más) presentan altibajos a lo largo del periodo 2005-2023, para acabar en la actualidad en niveles relativamente estabilizados: los más jóvenes registrados como parados son alrededor de 20.000 personas, mientras que los de 45 y más años llegan hasta los 200.000.

En paralelo a la permanencia de altos niveles del paro, la inmigración laboral legal no para de crecer. Para ilustrarlo con datos recientes he cogido a las personas extranjeras afiliadas en la Seguridad Social en el primer trimestre del 2023 (último disponible) y el primer trimestre de 2019, distinguiendo los procedentes de un mercado interior como es la UE y los "no UE". Entre estos cuatro años, el número total de afiliados extranjeros ha crecido en 119.000 personas (para situarse en la cifra absoluta de cerca de 604.000), un crecimiento que viene de +16.000 afiliados procedentes de la UE y +103.000 de fuera de la UE.

La paradoja que se produce de simultaneidad de altas cifras de paro y trabajadores extranjeros que vienen a cubrir puestos de trabajo no se puede interpretar sosteniendo que los extranjeros cogen los puestos de trabajo a los locales. Sería simplista y totalmente equivocado. Los trabajadores extranjeros vienen porque encuentran trabajo. Y si encuentran trabajo, habiendo parados como es el caso, quiere decir que los locales no los pueden o no los quieren hacer por una amplia batería de posibles factores explicativos del ámbito económico (por el esfuerzo físico que representan, por horarios, por el salario que cobrarían, porque las prestaciones de protección social desincentivan el trabajo, porque representaría una rebaja de estatus social, porque no hay necesidad de trabajar, etcétera). A estos factores habría que añadir la influencia de factores de orden político, como la facilidad de entrada al mercado de trabajo o el acceso automático a prestaciones del estado del bienestar que tenemos establecidas inimaginables en los países de origen.

En cualquier caso, el resultado es el que es, y el mercado de trabajo lo refleja: en el primer trimestre de este año, en el comercio de Catalunya trabajaban 93.700 extranjeros (15% del sector), en la hostelería 90.500 (31% del sector), en las actividades administrativas 70.000 (23% del total), 58.000 en la industria manufacturera (13% del sector), 53.000 en la construcción (24% del total), 40.000 en las actividades profesionales científicas y técnicas (16% del sector), 31.000 en transporte y almacenaje (17% del total) o 30.000 en actividades sanitarias y servicios centrales (9% del total), por ejemplo. Esto por no citar dos sectores más pequeños en volumen económico pero donde la presencia de extranjeros todavía es mayor, como son los sistemas especiales agrario y del hogar, donde el 52% de los afiliados son extranjeros.

Esto es lo que hay, y va in crescendo a pesar de un paro registrado que sigue siendo de escándalo. Para hacérselo mirar como sociedad.