En Catalunya, todo parece indicar que economía y población van desaparejadas desde hace casi un siglo. El país ha mostrado un potencial empresarial desmedido con respecto a la población disponible para trabajar, para hacer funcionar las fábricas, los servicios, la construcción y, más recientemente, el sector que más resistía en cuanto a arraigo territorial, el campo. El déficit de trabajadores ha sido tan grande que la única manera de cubrirlo ha sido la inmigración.

En el siglo XX fue fundamentalmente inmigración del resto de España, la cual justificó una parte notable del salto de población que se produjo desde después de la guerra, hasta doblarse pasando de 3 millones de habitantes a 6 millones en los años ochenta. En estos ochenta, otra variable que interviene en los movimientos demográficos, los nacimientos, ya empieza a flojear. Concretamente, se registraban entre 55.000 y 65.000 cada año, unas cifras que quedan muy lejos de los más de 100.000 nacimientos anuales de finales de los años setenta.

En lo que llevamos de siglo, estamos viviendo otra ola inmigratoria, con la misma base económica que las primeras grandes olas: el sistema productivo catalán genera más puestos de trabajo que los que se pueden cubrir con la población propia. Y, además, genera muchos que no son atractivos para la población propia, sea por el esfuerzo que requieren, sea por los bajos salarios que se pagan, sea por lo que sea. En este caso, el déficit se viene cubriendo con la incorporación de personas procedentes de otros países, que estadísticamente se tratan como "de nacionalidad extranjera". Del 2000 al 2021 esta población ha aumentado oficialmente en 1,33 millones de personas, para situarse en una cifra de 1,6 millones (algo más de una quinta parte del total de la población catalana, que, por cierto, se dirige claramente hacia los 8 millones, si no es que no hemos llegado ya).

El país ha mostrado un potencial empresarial desmedido con respecto a la población disponible para trabajar, para hacer funcionar las fábricas, los servicios, la construcción y, más recientemente, el campo

El crecimiento demográfico catalán se produce en una época en la que los nacidos de madre con nacionalidad española muestra una clara tendencia a la baja. El siglo arrancó con cerca de 58.000 nacimientos, se llegó a un pico de 65.000 en 2008, y después no ha parado de bajar hasta situarse en 39.000 en 2020. En el mismo periodo, los nacidos de madre con nacionalidad extranjera eran cerca de 6.000 en 2000, 25.000 en 2008 (punto máximo) y 19.000 en 2020. De hecho, en los últimos ocho años, los nacidos de madre extranjera se mantienen bastante constantes, entre los 18.000 y 19.000 anuales. A resultas de las dinámicas indicadas, los hijos de madre extranjera representaron en 2020 el 33% de los nacimientos en Catalunya (20 años atrás era el 9%).

Los datos de natalidad por nacionalidad de la madre presentan una plasmación territorial específica que el Idescat recoge en el ámbito comarcal y que me han parecido interesantes reproducir en este artículo. Lo hago en el doble vertiente de valores absolutos y de valores relativos, referidos al año 2020.

En valores absolutos, el mayor número nacidos de madre extranjera se dan, como era de esperar, en las comarcas más pobladas, con el Barcelonès al frente (6.700 niños), seguido del Vallès Occidental (1.900) y el Baix Llobregat (1.500). Entre 700 y 800 los siguen, por este orden, el Maresme, el Gironès y el Tarragonès. En la Alta Ribagorça, la comarca con menos natalidad, nacieron 17 niños, de los cuales 6 de madre extranjera.

Vayamos a los valores relativos. En la comarca de la Segarra, los nacidos de madre extranjera (56%) superan los de madre con nacionalidad española (43%). Probablemente, el pueblo de Guissona, de 7.200 habitantes y donde los extranjeros superan la mitad de la población, ejerce una gran influencia en el resultado comarcal. Superando el 40% de nacidos de madre con nacionalidad extranjera encontramos el Pallars Jussà, Pla d'Urgell, Baix Empordà, Baix Ebre y Alt Empordà. En el Barcelonès la proporción es del 38% (igual que el Montsià, la Selva y el Gironès). En dos comarcas tan singulares como la Garrotxa y Osona, los porcentajes fueron del 37% y el 36%, respectivamente.

En el lado opuesto, los porcentajes más bajos de nacidos en 2020 de madre con nacionalidad extranjera se dieron en el Pallars Sobirà (18%) y en el Vallès Oriental, Anoia, la Conca de Barberà y el Alt Urgell, todos ellos con un 24%.

Eso es lo que hay. Creo que los datos invitan a reflexionar, sin apriorismos y serenamente, sobre factores internos de la propia Catalunya que 1) expliquen con claridad dónde estamos (demográficamente, económicamente, sociológicamente, culturalmente) después de apostar por crecer y crecer, y 2) las consecuencias de esta estrategia de cara al futuro. Se echa de menos algún think-tank que le dé vueltas al tema y recomiende algo.