En el anterior artículo apuntaba a la existencia de cuatro sombras de duda en la gestión del primer equipo del Barça en los últimos años, desde una perspectiva digamos que empresarial: la primera era una dudosa planificación de recursos (en este caso de jugadores), que ha hecho que ahora mismo la plantilla de la empresa sea corta; la otra era la relativa al cambio repentino de entrenador, del director de la fábrica. Veamos ahora la tercera y cuarta sombras que planean, según mi criterio, sobre el Camp Nou.

Hay una densa sombra de dudas en la política de fichajes de los últimos tiempos. De acuerdo con Transfermarkt.es, desde que Bartomeu es presidente (18 de julio de 2015), en el primer equipo de fútbol el balance global de los costes de altas, por una parte, y de los ingresos por bajas, por la otra, es negativo de 224 millones de euros. Sólo como ejemplos recientes, de tres fichajes de valor estratosférico como Coutinho, Dembélé y Griezmann (en total 390 millones, que en pesetas eran 65.000 millones) sólo uno, hasta el momento, es plenamente productivo, el otro está cedido y el tercero encadena lesiones una tras otra. Es cierto que una venta del tipo Neymar permite compensar las pérdidas por este concepto, ¡pero es que eso ya se ha hecho y está incluido en los números anteriores! También es cierto que los balances entre compras y ventas no necesariamente tienen que ser positivos si el club tiene vías múltiples (como es el caso) de compensar las minusvalías. En cualquier caso, con perspectiva empresarial, es como mínimo dudoso que últimamente no se acierte en las inversiones más importantes y, en este contexto, se menosprecie sistemáticamente la promoción interna como se ha hecho en otros tiempos con resultados excelentes.

La inmensa mayoría de empresas no se quedaría corta de recambios, consideraría al director de fábrica y a su equipo técnico una pieza clave, no compraría piezas esenciales de la producción para cambiarlas al cabo de cuatro días o que se le estropearan a menudo, y no haría guerra sucia 

La cuarta sombra es que la directiva del Barça se ha metido en un problema que no le correspondía, el de la empresa I3Ventures, dedicada a desprestigiar a los antiguos directivos, exjugadores, políticos y... ¡cuidado! jugadores de la plantilla actual, empleados que producen resultados. Una curiosa manera de cultivar a la plantilla, una extraña estrategia de ajustar las cuentas a gente que ha ocupado los cargos que ocupan algunos, y una incursión todavía más extraña en política. Por las informaciones que nos llegan, todo parece más propio de las cloacas del poder que de una organización seria. El caso choca frontalmente con la cultura Barça. Lo hace como mínimo con dos de los cinco valores que el club tiene de cabecera y que nos enorgullecen a sus seguidores: el con respecto a los otros (tanto al individuo como a la sociedad) y la humildad. Todo muy feo.

Muy probablemente algún lector pensará que me dejo una sombra de duda, que es la actitud de los jugadores sobre el terreno de juego. No me veo con capacidad de diagnosticarlo, porque se mezcla la actitud individual y la actitud como grupo con el estilo de juego dominante en este equipo. Yo soy de los que creen que los jugadores del Barça dan todo lo que pueden de sí. Y no vale el argumento fácil de que "con lo que cobran tendrían que correr más (por no decir que lo tendrían que ganar todo)". No es verdad. Las razones hay que buscarlas en la dirección y en los recursos con los que cuenta el director y su equipo técnico. Y tras ellos, la directiva.

Volviendo al principio del primer artículo sobre este tema, ¿que el Barça se haya afiliado a una organización patronal implica que actúa como una empresa? Las prácticas que están en boca de mucha gente y que he mirado de poner encima de la mesa no acaban de encajar con los cánones predominantes en las empresas que compiten abiertamente en los mercados. Como organización, el club está emitiendo señales más bien decepcionantes. Lo dice un barcelonista empedernido, que entiende que el fútbol es un deporte en que la suerte tiene una cierta incidencia en los resultados, pero que la suerte se tiene que buscar y que, con el tiempo, suerte y desdicha se compensan.

Para recapitular, la inmensa mayoría de empresas no se quedaría corta de recambios que pusieran en peligro los resultados de la producción, consideraría el director de fábrica y su equipo técnico una pieza clave que no admite improvisaciones, no compraría piezas esenciales de la producción para cambiarlas al cabo de cuatro días o que se le estropearan a menudo, y no haría guerra sucia. Quien haga eso puede ir diciendo que es más que un club, sí, y en algunos aspectos es verdad; pero seguramente que, con el respeto debido y el reconocimiento personal a los que gobiernan al Barça, es menos que una empresa.