Hace unas semanas que, en el marco de la presentación de un informe relativo al impacto económico que tiene el club, el Barça se adhirió como socio a la patronal Foment del Treball Nacional. La adhesión podría hacer pensar que el club es una sociedad anónima deportiva, un tipo específico de sociedad típica con capital, acciones, responsabilidad limitada, etcétera, pero no es el caso. A diferencia del resto de clubs con los que compite, excepto el Real Madrid, el Futbol Club Barcelona es una asociación deportiva privada, de personas físicas, sin finalidad de lucro, con personalidad jurídica propia y capacidad de obrar, constituida el 29 de noviembre de 1899.

Sin embargo, aunque formalmente el Barça no es una sociedad, comparte con esta figura jurídica una gran parte de su modus operandi, como por ejemplo que compite en un mercado con rivales, que tiene que ser viable económicamente, que se guía por los principios básicos de toda organización productiva, que tiene que rendir cuentas ante sus socios/propietarios, entre otros. Lo más diferencial es la singularidad del proceso de elección de sus órganos de gobierno; por lo demás el Barça se podría considerar, desde el punto de vista de la economía de las organizaciones, una empresa. De aquí que se puede entender que haya dado el paso de integrarse en una patronal.

Quiero referirme exclusivamente al buque insignia del club, que es el primer equipo de fútbol, y lo haré desde la distancia de un seguidor normal y corriente y desde el respeto a los miembros de la junta directiva, a los que ni envidio ni pretendo aleccionar.

Entre lesiones, cesiones y ventas varias, el primer equipo del Barça, que empezó con una plantilla dimensionada, ahora ha quedado corta de personal y, por lo tanto, corta de opciones de configuración del equipo y de estrategias de juego

Antes de nada, pido al lector que se imagine que el primer equipo del Barça es una organización como cualquier otra, dedicada a producir bienes o servicios. Como en una fábrica, como en una construcción de una casa, como en una explotación agrícola o como en un restaurante, en el campo existe una producción de juego en equipo que requiere coordinación entre los especialistas en las diferentes posiciones que ocupan en la organización. La conformación del equipo requiere una selección previa de personal, una política de personal (¿promovemos a los de dentro o vamos a buscar talento fuera?), una formación interna, una dirección del grupo, una preparación técnica individual, una preparación técnica de grupos, con el fin de conseguir unos resultados, que son victorias y títulos. Todo eso, que es operativo del grupo, tiene que seguir las directrices estratégicas de los que representan la propiedad, en este caso la junta directiva.

La primera cuestión que plantea dudas en los últimos años del Barça es la planificación del personal. Detrás de los 11 hombres mejor preparados para el partido específico que van a jugar y que saltan al terreno de juego, hay una organización que asegura que hay jugadores suficientes para escoger y para hacer las combinaciones más adecuadas que considere el entrenador. Pues, resulta que, entre lesiones, cesiones y ventas varias, el primer equipo del Barça, que empezó con una plantilla dimensionada, ahora ha quedado corta de personal y, por lo tanto, corta de opciones de configuración del equipo y de estrategias de juego. No entraré a valorar si se han cedido demasiados jugadores, si se han vendido en exceso o si la mala suerte se ha cernido sobre el club en forma de lesiones. El resultado es que, ahora mismo, la empresa tiene una plantilla más limitada de lo necesario para competir al nivel del club.

La segunda sombra de duda es la gestión de los entrenadores y técnicos a lo largo de los últimos años, en los que se han producido severas frustraciones en la competición más codiciada, que es la Champions League. La figura del entrenador, una especie de director de orquesta o de director de planta de empresa, resulta crítica porque representa que tiene la autoridad para decir lo que hay que hacer a nivel individual... y conseguir que lo haga (no olvidemos que los que juegan son los que hay sobre el terreno de juego). Después de los fracasos europeos, seguramente que hacía falta cambiar de entrenador, pero hacerlo a media temporada, con urgencias y sin tener un recambio solvente previamente ligado es muy arriesgado. Una pieza del engranaje productivo futbolístico como esta requiere de todo menos improvisación. Hacerlo con el mal estilo en que se hizo, es impropio de un club que es más que un club.

En el próximo artículo trataré dos otras sombras que se ciernen sobre el actual Camp Nou.