De todas las fuerzas políticas representadas en el Congreso de los Diputados Provisional (trate de arrancarlo, Su Majestad, no se arrugue), sólo el PSOE lleva la “E” de España en el apellido. El PSOE es el verdadero partido nacional español, y de ahí le vienen ahora todos los vértigos a Pedro Sánchez como antes le vinieron a Zapatero e incluso a Felipe, que sigue dictando y marcando las líneas azules, delimitando el “interés nacional”, o sea pactar con partidos “nacionales”, incluida la “derecha”, pero nacional. Han pasado veinte años ya de la dulce derrota pero Felipe siempre será el eterno viejoven del laberinto español y las playas del Caribe. La izquierda proletaria del XIX, de cuyo magma emergió el partido de Pablo Iglesias (el de la barba blanca, de profesión tipógrafo, no el de la coleta, de profesión mesías) tenía muy claro que sin naciones no hay internacionalismo aunque la humanidad, pálido reflejo del kantiano reino de los fines, sea, por supuesto, la última (y única) patria deseable y disponible. Mientras tanto, y a fuer de cosmopolitas, los socialistas, los comunistas y hasta los anarquistas (por eso la CUP admitió a Antonio Baños) son y serán gente del país, “nacionalistas”. De su “nación”, por supuesto. La tierra, para quien se la trabaja.
Iglesias (Pablo) quiere que los catalanes se autodeterminen en referéndum siempre que sea para quedarse donde están. Por ahí no habrá más problema y Pedro (y Felipe) bien lo saben
El internacionalismo se vino  abajo en la Gran Guerra, ahora hace un siglo. En las trincheras del Marne también emergió el pacifismo: la “nación” (y el capitalismo) obligaba a los obreros franceses y británicos a pelear fraternalmente hasta la muerte con alemanes y austríacos. Pese a ello, el Partido Socialista Francés, y el Comunista, siguió siendo “francés” hasta las cachas, el alemán lo mismo y el español, por supuesto. Como la CNT. Y la fascinante URSS se convirtió en un gigantesco imperio-cárcel de naciones pese a que, formalmente, podían marcharse cuando quisieran. Las nacionalidades del vasto espacio soviético tenían reconocido el derecho a la autodeterminación y, como fijó Lenin en el paroxismo del cinismo bolchevique, lo habían ejercido para constituir la URSS. Esa otra tercera vía, compartida por el PSOE "autodeterminista" de los setenta, Iglesias (Pablo) quiere que los catalanes se autodeterminen en referéndum siempre que sea para quedarse donde están. Por ahí no habrá más problema y Pedro (y Felipe) bien lo saben.   El PSOE aceptó la monarquía y la rojigualda (el PCE también); abandonó el marxismo como doctrina (congreso del 79) para tranquilizar a los flick y los flock (los amigos alemanes del SPD que pagaban la fiesta), ergo aceptó los privilegios “de clase” inherentes al sistema, y, ya en el poder, reinsertó a España en la OTAN. El PSOE pagó los peajes de la transición (o proceso de “reconciliación nacional” español) y esa hipoteca lo es para toda la vida, como los matrimonios de antes. Por eso los poderes y los felipes, que firmaron las cláusulas, las esgrimen frente a Sánchez, el iluso: pacto con Podemos quizás, pero investidura por acción u omisión de los independentistas (y además catalanes), jamás. Tripartito con Podemos y UP-IU puede, pero será con el permiso del ciudadano Rivera o no será.
Sánchez es tan consultista como Pablo (Iglesias), como (Oriol) Junqueras y como (Artur) Mas, esos nacionalistas
En esta hora, la condición de “partido nacional” es lo único que le queda al PSOE de su “identidad”. Por eso sus barones rechazan el apoyo de ERC o DiL para la investidura de Sánchez sea por acción (voto a favor, abstención) u omisión (urgencia fisiológica inexcusable en el momento clave). Y así se lo recuerdan cada día a Pedro Sánchez los felipes, los guerra, los Rivera y los Rajoy. Para que Rajoy no siga en la Moncloa a Sánchez no le basta con los votos de Podemos. Necesita a ERC/DiL o a ERC/PNV o a C’s. El PSOE es el auténtico partido “nacional” y “nacionalista” español (el PP, por corporativista, aún está en transición entre el Antiguo y el Nuevo Régimen). Ergo si se pone en manos del independentismo firmará su sentencia de muerte ontológica: dejará de ser lo que es. Sánchez, patriota socialista, les devuelve la pelota a los poderes de dentro y de fuera apelando a los militantes, a la nación PSOE, para que le resuelvan la papeleta de la investidura. Cuando lo anunció ayer en el comité federal prácticamente sólo lo aplaudió Miquel Iceta, representante del PSC, otro partido nacional (catalán) a pesar de hermano. La nación de Pedro y Pablo (picapiedra). Sánchez es tan consultista como Pablo (Iglesias), como (Oriol) Junqueras y como (Artur) Mas, esos nacionalistas.