Extremadura es el callejón sin salida en la búsqueda de la centralidad del PP, la autopista convertida en carril de una única vía en la aritmética de los pactos con VOX. La opción María Guardiola vs. Carlos Mazón contiene todas las contradicciones que el partido favorito en las encuestas no ha resuelto. Valencia es la cesión del paquete completo, los hechos consumados de un pacto donde poco más se podía dar a VOX. Con Extremadura, el PP quiso poner un contrapeso al centro en unas elecciones donde puede necesitar más la transferencia de voto que el arrastre a su derecha. Ambas decisiones pasaron por la dirección nacional, tanto el discurso del portazo a VOX en el gobierno extremeño como la fiesta de Mazón por la recién estrenada coalición. 

A estas alturas, la ecuación extremeña no puede salir bien. Ni para el recién estrenado liderazgo de María Guardiola ni para el PP. La candidata extremeña ya ha faltado a su palabra. Arropada en la bandera, su prioridad era Extremadura, una decisión pospuesta ahora a después de las generales con luz verde al acuerdo. Su decisión debe esperar a Madrid para formar gobierno o convocar elecciones. Con esto, Alberto Núñez Feijóo ha frenado la opción centrista y gana el modelo Isabel Díaz Ayuso frente a Borja Sémper. Sus antagonismos podían leerse en la prensa dominical. Para Sémper es preferible un gobierno sin VOX, para Ayuso ‘son de los nuestros’ repetido por la expresidenta Esperanza Aguirre, la voz desacomplejada de la presidenta de Madrid.

La hoja de ruta semanal del PP ha arrancado con el programa económico, en un intento de tapar el elefante del 23-J. Empleo, afiliados a la Seguridad Social, conciliación familiar, reducción del IRPF… El PP habla de programa y los periodistas de todo arco editorial continuarán preguntando por los pactos por más medidas que presente el PP. 

 

Está por ver cuánto tiempo se mantendrán las dos versiones sin que sean incompatibles para el votante. Cuánto tiempo aguantarán sin que exijan conocer cuál es la final. El choque es lógico si se atiende incluso al programa electoral, incompatible con VOX en lo económico y en lo social

Está por ver cuánto tiempo se mantendrán las dos versiones sin que sean incompatibles para el votante. Cuánto tiempo aguantarán sin que exijan conocer cuál es la final. Puede que el PP consiga el virtuosismo de moverse en el lado ultraconservador con la misma destreza que por el centro. Y puede que el antisanchismo y el cambio de ciclo lleve a Feijóo a la Moncloa sin complicaciones. Pero también puede colisionar con el votante que reniega de VOX. El choque es lógico si se atiende incluso al programa electoral, incompatible con VOX en lo económico y en lo social. Liberales frente a proteccionistas, reconocedores de la familia como dos personas que se unen en un proyecto común frente a homófobos que piden prohibir las adopciones a familias gais. 

De momento, el PP está ganando poder local y autonómico con el mandato de VOX. Los perfiles de los presidentes de las Cortes son el ejemplo y una provocación. Del balear Gabriel Le Senne y su adhesión a la teoría del gran reemplazo a la valenciana Llanos Massó, ultracatólica y antiabortista. Si el modelo de pactos es entregar a VOX las presidencias de los parlamentos, Feijóo tiene que aclarar si permitiría ocupar la del Congreso a un cargo de VOX, si entregarían la tercera autoridad del Estado a la ultraderecha en una posible coalición. 

Feijóo ha prometido no tener 22 ministerios, de manera que en una hipotética coalición con VOX solo podría ceder ministerios de Estado. El PP ha exigido al PSOE en todas las citas electorales aclarar con quién pactará y en qué condiciones. En un contexto de bloques y coaliciones, es una exigencia lógica que el PP aclare qué carteras de gobierno daría a VOX, qué políticas pactaría y qué posiciones cedería en las Cortes. Dice el PP que las presidencias de los parlamentos no son políticas. Va más allá, son la máxima representación de la soberanía popular. VOX, excluyente por naturaleza, es incompatible con el ejercicio y la práctica democrática del poder, entendida esta desde la neutralidad de las Cortes y no la destrucción del adversario.