Hoy es probablemente el último domingo de "cardenal" para uno de los 133 (el número puede variar por uno o dos a última hora) hombres púrpuras. Desconocemos si estamos ante un Cónclave largo —se vaticina breve—, pero en todo caso ya hay un camino de no retorno para uno de ellos. En principio, 2025 será un año de "solo" dos papas. 1978 fue excepcionalmente el de los tres papas. Muere Pablo VI, a quien se había escogido en un Cónclave de 3 días, y se escoge al papa Albino Luciani (Juan Pablo I), que murió después de 33 días. A Juan Pablo I lo escogieron rápidamente, en dos días. Y viene la sorpresa del cardenal polaco Karol Wojtyla, escogido a la octava votación (3 días).

El Cónclave exprés tuvo lugar en 1503: 10 horas solo para escogerlo. En 2005 Benedicto XVI fue elegido en solo 26 horas, con 4 escrutinios. Recuerdo estar en la Sala Stampa de la Santa Sede, y oír un grito de "oh, no" de unos periodistas que estaban convencidos de que Ratzinger no saldría adelante. En 2013, los cardenales tardaron 36 horas, y Jorge Mario Bergoglio salió con 5 escrutinios. Mi recuerdo es que nadie sabía quién era Bergoglio, y todo el mundo removía, en la sala de prensa, el libreto con las biografías hasta encontrarlo.

El Cónclave más largo de la historia duró casi 3 años. En total 2 años y nueve meses, 1.006 días. Se inició el 29 de noviembre de 1268, y hasta el día 1 de septiembre de 1271 no salió el Papa Gregorio X. La votación no se realizaba en la Capilla Sixtina, sino en la localidad italiana de Viterbo. La desesperación de la gente que esperaba papa fue tal, que para obligar al Espíritu Santo a iluminar con más celeridad a los candidatos, les redujeron las raciones de comida y abrieron el techo de la sala donde estaban reunidos para acelerar la elección.

Hoy es probablemente el último domingo de "cardenal" para uno de los 133 hombres púrpuras. Desconocemos si estamos ante un Cónclave largo, pero en todo caso ya hay un camino de no retorno para uno de ellos

Ahora los cardenales no comen en la Capilla Sixtina, reservada solo para plegaria y votos. Todo está milimetrado. En la Constitución Apostólica que regula el momento actual de Sede Vacante (incluso los sellos vaticanos de estos días ponen "Sede Vacante" y naturalmente no hay foto de ningún pontífice), se establece que el camarlengo controla la corrección de todas las operaciones del voto, y vela por la reserva con que se tiene que llevar a cabo. La fórmula que tiene que pronunciar cada cardenal, cada vez, oralmente, en el acto de voto, es la siguiente: «Chiamo a testimone Cristo Signore, il quale mi giudicherà, che il mio voto è dato a colui che, secondo Dio, ritengo debba essere eletto». Es decir, que pronuncian que dan su voto al candidato que, según Dios, creen que tiene que ser el escogido. Es lo que toca.

Cuando haya un candidato (89 votos si se mantiene el miércoles 7 cuando entren al Cónclave el número de 133 electores), se le pedirá si acepta su elección canónica a sumo pontífice (nombre que el papa Francisco no ha querido en su tumba). Si la respuesta es, como se esperaba, afirmativa, se le pregunta qué nombre ha escogido. Hasta que no se sepa el nombre del nuevo papa no se queman las papeletas que conducen a la fumata bianca. Por lo tanto, cuando la gente en la plaza San Pedro vea el humo blanco significará no solo que ya hay un papa escogido, sino que ha aceptado, tiene un nombre y ya se está probando el tradicional color blanco con el que conocemos a los papas. Mientras la gente grite, a este hombre, que hoy todavía es un cardenal que no ha ni entrado al Cónclave, se arrodillará en la Sala de las Lágrimas, un espacio donde podrá pensar en lo que le viene encima, una de las responsabilidades más exclusivas del mundo. El cardenal protodiácono irá a la logia central de la basílica, desde donde saldrá y anunciará al mundo el esperado "Habemus Papam". En aquel momento emocionante, yo daré gracias, entre otros, a la profesora a Dolors Condom por haberme enseñado latín, porque tardaré menos en adivinar el nombre del candidato, que será pronunciado en esta lengua.