Está claro que en esta situación en la que parecemos atrapados por las elecciones, el voto no es la única herramienta que tenemos para plantar cara a una situación cada vez más complicada en la política del estado español. Pero es una herramienta que tenemos la obligación de utilizar.

Son las urnas las que hablan por nosotros en una sociedad democrática. Otros prefieren expresarse a través de represión, a través de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, a través de campañas de intoxicación mediática, de criminalización de movimientos pacíficos, cualquier cosa menos dialogar y poner sobre la mesa distintas alternativas.

Mientras la mayoría de los políticos que representan las distintas fuerzas en España han elegido el insulto, la amenaza, la mentira para hacer campaña, cerrando la puerta a la resolución de los conflictos por la vía democrática (que son principalmente el diálogo, los acuerdos, las renuncias y mantener la palabra dada), a la ciudadanía nos quedan las calles para protestar, la palabra para expresar nuestras ideas y las urnas para introducir nuestros votos.

Evidentemente las papeletas no lo son todo, y sin duda, dependiendo del lugar donde puedas votar, las opciones que tenemos no son las mismas. Algunos acudiremos mañana a las urnas con pocas alternativas, por no decir casi ninguna. Muchos no votaremos contentos, sino con la sensación de que elegiremos al menos malo (tampoco es novedad, aunque cada vez esta sensación está más extendida, y probablemente conllevará una alta abstención).

Son los escaños los que ponen en marcha medidas legislativas. Dejar esos escaños para formaciones contrarias a nuestros intereses es un tremendo error

Y quedarse en casa es el problema: porque serán precisamente los que se queden sin votar los votos que más falta hagan para evitar que la derecha (desde el centro hasta el extremo) suba en apoyos. Son precisamente los votantes del PP y los de Vox los más animados a salir mañana a introducir sus papeletas, pues se sienten profundamente apelados a defender a España. Ellos no se harán demasiadas preguntas mañana. Sin embargo, los críticos, los que están cansados, los que se han decepcionado con el PSOE, con Podemos, tienen la tentación de no votar ante la decepción de los últimos meses. Y eso es lo peligroso: si no se llenan las urnas de votos que puedan plantar cara a la derecha, no podremos evitar que ésta gane espacio. Precisamente por eso desde la derecha se han encargado de usar todo lo que han tenido a su alcance (incluso aunque no fuera ético, aunque fueran trampas) para desmovilizar a los votantes de izquierda.

En Catalunya, por ejemplo, se ha querido extender la idea de que en estas elecciones no se les ha perdido nada a los votantes independentistas ni a los soberanistas. Que no merece la pena votar. Y me parece otro tremendo error. Precisamente si la gente que quiere hacer visible el rechazo a las medidas que se están promoviendo desde el Gobierno, la única manera es ocupar espacio en el Congreso y en el Senado. Es la única herramienta, los escaños, lo que puede frenar la aprobación de leyes que sigan recortando nuestros derechos y libertades; son los escaños los que ponen en marcha medidas legislativas. Dejar esos escaños para formaciones contrarias a nuestros intereses es un tremendo error. Siempre.

Por eso acudir a votar hoy es imprescindible. Es más importante que nunca, si cabe: cuando la represión amenaza sin dar tregua, tener voces comprometidas con la democracia, con el diálogo, y contra la criminalización de la existencia de distintas ideologías democráticas es fundamental.

No votar no debería ser una opción para una sociedad democrática. Y si no hay opción que nos convenza, el voto en blanco influye en los resultados, porque es una manera de expresar que de lo que hay, nada nos representa. El voto que no se emite, directamente, nos elimina del mapa. Y eso es lo que algunos poco demócratas quieren. No les demos el gusto.

No es la única herramienta, insisto. Pero es fundamental usarla. Ahora más que nunca, llenemos las urnas para defender la democracia que algunos, a través de los votos, nos quieren arrebatar.