La presidenta de Madrid se marchó de la reunión con otros presidentes porque el presidente de Catalunya estaba hablando catalán en Catalunya. Con esta rabieta del viernes, Ayuso está diciendo que el catalán no es una lengua española. La presidenta de Madrid considera que hay que hablar castellano en Barcelona porque Barcelona es España. Es decir, si se tiene que renunciar al catalán "porque estamos en España", automáticamente está transmitiendo que el catalán no es una lengua española. No solo eso sino que al retirarle el rango de oficialidad en territorio catalán, Ayuso está yendo también en contra de la sagrada Constitución de 1978 y que reconoce exactamente eso. Es ella, pues, la que independiza el catalán de España.
En su discurso, Ayuso consideró intolerable que "en los pasillos todo el mundo hable la misma lengua" y que después al plenario "se utilicen pinganillos para entendernos". Bien, supongo que de la misma manera que en los pasillos se utiliza un tono determinado y en público se utiliza otro, Ayuso debe entender que cuando un presidente interviene no se representa a si mismo sino que lo hace en nombre de una institución, que en el caso de la Generalitat tiene casi setecientos años de historia. Por todo ello, la presidenta madrileña cree que hablar en catalán es "hacer un uso político de la lengua", cuando en realidad es ella quien lo está haciendo y por partida doble: porque le niega al catalán su sentido institucional en territorio catalán y porque en el pleno no estaba pidiendo también el castellano sino solo el castellano.
Ayuso tiene más difícil que la semana pasada ser designada candidata del PP a unas elecciones españolas
Con su gesto del viernes, Isabel Díaz Ayuso demuestra que está enfocando su futuro político a reforzar y ganar por goleada a la comunidad de Madrid donde seguramente residualizará Vox. Pero que se olvide de intentar ganar siendo candidata del PP a la presidencia del Gobierno: el 41% de la población del estado vive en territorios oficialmente bilingües y su visión uniformizando de España provocaría una movilización a la contra, especialmente en Catalunya, allí donde la demoscopia electoral dice que necesitas sacar un resultado más que digno si quieres llegar a La Moncloa. Pero antes y después de contribuir a unas elecciones como cabeza de lista, Ayuso también tendría problemas. Primero, para ser designada: sus maneras de hacer, que en el fondo y en la forma son las maneras de hacer de Miguel Ángel Rodríguez y José María Aznar, no suscitan, ni mucho menos, las simpatías ni los consensos necesarios dentro del PP para tener una designación plácida si es que llega a ser. En este sentido, fue muy significativo lo qué pasó el viernes: Alberto Núñez Feijóo ordenó que el único mensaje que saliera de la conferencia de presidentes es que hacían falta elecciones españolas anticipadas. Eso suponía un boicot de facto al escaparate autonómico y pacificador del PSOE y el PSC en Barcelona. Y de hecho, la conferencia acabó sin ningún acuerdo y con un Pedro Sánchez a remolque teniendo que retar el PP a aguantar esta intensidad de oposición hasta el 2027, a ver si, como la presión alta en un partido de fútbol acaban fundidos.
Pues bien, uno a uno, los 13 presidentes autonómicos empezaron sus parlamentos pidiendo estos comicios y por lo tanto, ejecutando a la perfección la orden dada por el líder del PP. En cambio, cuando el lehendakari Imanol Pradales y el presidente Salvador Illa empezaron a hablar en euskera y catalán respectivamente, solo Ayuso hizo la pataleta de marcharse. Ningún otro barón autonómico del PP la siguió. Es más, el presidente gallego, Alfonso Rueda, y la presidenta balear, Margalida Prohens -los dos populares- utilizaron sus lenguas para dirigirse a sus homólogos. Una reflexión superficial sobre este gesto tan natural (que el presidente gallego hable gallego y la presidenta balear hable catalán) indica que -por fin- se empieza a entender que no es que Rueda y Prohens desafiaran Ayuso sino que es Ayuso quien está desafiando el resto, incluidos los presidentes de comunidades monolingües como el andaluz Juan Manuel Moreno, mucho más comprensivo e institucional que la lideresa madrileña. Porque si Ayuso no se hubiera levantado de la silla, el único mensaje que habría quedado del encuentro es el que le interesa al PP, el del bloqueo institucional que sufre el estado: a Feijóo le daba igual el idioma con que se pidieran la disolución de las cortes, pero Ayuso consiguió poner la lengua en el centro y no el mensaje. Como el chiste del loco que va por la autopista, si Ayuso quiere gobernar España tendrá que tener en cuenta que no es que todos los líderes del PP (incluido Feijóo) estén equivocados, sino que es ella la que va en contra dirección. ¿Por cierto, qué tiene que decir el PP de Catalunya en todo eso?
Ayuso nunca podrá gobernar España; la frenará la España que no es Madrid
Y en última instancia, si Ayuso consiguiera ser candidata del PP para toda España y consiguiera unos resultados que la situaran en condiciones de gobernar, seguramente necesitaría apoyos parlamentarios. Si gana tal como lo ha hecho en Madrid, la paradoja sería que todo lo qué consiguiera de más en favor del PP sería en detrimento de Vox, de manera que es posible que requiriera de otros soportes por alcanzar los 176 diputados necesarios. Si la brutal oposición del PP a la oficialidad del catalán y el vasco en la Unión Europea ya supuso un retroceso de muchas pantallas para un posible acuerdo con Junts y PNV, una hipotética candidatura de Ayuso equivaldría a dejar esta relación -cómo diría José Manuel García-Margallo- en el limbo durante los siglos de los siglos.
Todo eso no es menos cierto que la actitud y el discurso de Ayuso tiene la aprobación de muchos españoles, la mayoría de los cuales residentes en territorios monolingües y que ven el catalán como un estorbo, un fastidio y, en el peor de los casos, un enemigo a batir. O que, simplemente, en la escala de valores para votar o dejar de votar a una persona, su respeto para con las lenguas no ocupa un lugar destacado. La presidenta apuesta a esto para suscitar apoyos, especialmente en Madrid, donde podrá vampiritzar el voto de Vox y gobernar sin problemas. Pero más allá de Madrid, si realmente quiere gobernar España, el problema -curiosamente- no lo tendrá con el catalán sino que lo tendrá primero con su propio partido y después con la España que no es Madrid. Y para entender todo esto le hará falta algo más que unos pinganillos.