"Lo que embellece el desierto, dice el Pequeño Príncipe, es que esconde un pozo en algún lado."

Han pasado cinco años cuando, finalmente, se han destapado las cartas. El intercambio de reproches y un autoritarismo sobreactuado y a destiempo acaba con la sorpresa del fin de semana. Junts abandona el Govern y empiezan unos puntos suspensivos que esconden pocas incógnitas. La velocidad con la que los hechos se persiguen y se pisan no nos puede ocultar los campos de minas que quedan por explotar, y hacen temer más al asesor torpe, al burócrata de pies de barro que embadurna la política y el héroe miope que se encanta mirando el dedo que le esconde la luna.

La reclamación que más veces se ha oído en los últimos días, "quien tenga la alternativa, que la ponga sobre la mesa", esconde la banalidad de la exigencia y descubre la mala fe del exigente. También desde fuego que se supone amigo ya piden día y hora para manifestaciones, concentraciones y disertaciones, como la escalerilla de un programa de televisión. A eso reducen algunos medios la política: a la necesidad de que pasen cosas. Y si bien es cierto que los catalanes hacemos cosas, como decía el registrador de la propiedad, cuando mejor las hacemos es cuando las cocinamos a fuego lento, o cuando hablamos desde muy de dentro... y la credibilidad se respira y se transmite en cada palabra.

Para encontrar agua en el desierto y para que brote esta "alternativa" exigida con tantos aspavientos por los que no la quieren, primero hay que ponerse de pie y empezar a andar con buen ánimo mientras nos vamos deshaciendo de todas las rémoras del servilismo

Hay quien tiene tantos argumentos para la insumisión, como el letrado Josep Costa, que la hace natural e imprescindible. La sabiduría de la insubordinación, la riqueza de notas a pie de página que describen la desnudez del rey (o de los tribunales) ayudan a modelar la actitud... y, sobre todo, a dar ejemplo. Y es esta actitud irreductible, porque sabe que la fundamentan razones, doctrina y derecho, la que los medios biempensantes han preferido esconder. A los tribunales les ha dado más miedo que los conceptos que esgrime la determinación de Costa de no bajar la cabeza, de no capitular, de denunciar con solidez la falsedad de los falsarios sin bajar el tono de voz, siendo dueño de su tiempo, hasta el final.

¿Y si recordáramos más a menudo las comparecencias ante los jueces de Antonio Baños y de Eulàlia Reguant por no reconocer la legitimidad de los de nombre de diccionario y hablar en catalán...? ¿Y si del discurso del president Puigdemont el 1 de octubre conserváramos, además del respeto por la conmemoración de una votación más que democrática, la firmeza de una autoridad ganada a pulso...? ¿Y si de la excelente pedagogía insurrecta de Josep Costa aprendiéramos que de esta madera no se hacen los "Pepito Grillo", como decía otro letrado, sino los ciudadanos que hacen crecer los derechos de la ciudadanía...? El denominador común —y muchos mínimos— de todos ellos es que se creen que para encontrar agua en el desierto y para que brote esta "alternativa" exigida con tantos aspavientos por los que no la quieren, primero hay que ponerse de pie y empezar a andar con buen ánimo —como hemos hecho tantas veces— mientras nos vamos deshaciendo de todas las rémoras del servilismo.

Mirad que la gente ya hace cinco años que se ha empezado a dar cuenta del poder que tiene... ¿Y si se lo creyeran mucho más desde las instituciones —Parlament, Govern, judicatura—? Quizás si aprendieran la lección, sería más fácil que aceptaran del poeta Antonio Machado que el camino se hace al andar, y que no es bueno resignarse y sentarse en la metafísica, sino que sería —y es— mucho mejor reanudar el camino allí donde lo dejamos. Seguramente lo más sensato es seguir dando pasos adelante y recordar, como nos enseñó Saint-Exupéry en El pequeño príncipe, que para ganarse el respeto de la gente no se tiene que perder el tiempo propio —ni mucho menos el de la comunidad— contando estrellas obcecadamente mientras se repite, como el gran mantra de la mediocridad y la mezquindad, "yo soy un hombre serio".