Renault ha decidido recuperar el espíritu del Megane, uno de los compactos más populares entre los conductores jóvenes de los años 90, aunque lo hace con un planteamiento radicalmente diferente. Lejos de ser un modelo de acceso económico, el nuevo Megane adopta una identidad completamente eléctrica, más sofisticada, tecnológicamente avanzada y con precios que lo alejan de aquel coche asequible que definió una época. Esta transformación no solo afecta a su diseño y mecánica, sino también al perfil de usuario al que se dirige.

La actual generación del Megane eléctrico se ha desarrollado sobre una plataforma dedicada a vehículos cero emisiones y ofrece un diseño más estilizado, con proporciones que combinan rasgos de compacto tradicional y crossover. A ello se suma una gama de motorizaciones eléctricas que oscilan entre los 130 y los 218 CV, junto a diferentes configuraciones de batería que permiten autonomías de entre 315 y 470 kilómetros según el ciclo WLTP. Todo ello lo posiciona en una categoría más elevada, tanto por prestaciones como por ambición tecnológica.

 

En este contexto, Renault prepara una renovación de fondo en su estrategia eléctrica con el objetivo de ampliar la base de clientes del Megane. Uno de los movimientos más relevantes es la futura incorporación de baterías con tecnología LFP (litio-ferrofosfato), una solución más económica que las actuales, que permitirá ofrecer versiones más accesibles dentro de la gama. Esta decisión busca acercar de nuevo el modelo a usuarios con presupuestos más contenidos, sin renunciar a los valores de eficiencia y rendimiento.

Nueva tecnología y reposicionamiento de mercado

La incorporación de baterías LFP supondrá una reducción de costes de fabricación, permitiendo a Renault configurar variantes de entrada con menor autonomía pero a precios más competitivos. Aunque las cifras definitivas no se han concretado, se espera que estas versiones con menor capacidad permitan rebajar el precio final significativamente, ampliando el atractivo del modelo en un mercado cada vez más sensible al coste de los eléctricos.

Por otro lado, este nuevo enfoque no solo responde a una necesidad tecnológica, sino también estratégica. El Megane deja de ser un modelo pensado para conquistar a conductores jóvenes o primerizos y se convierte en una pieza clave dentro del reposicionamiento eléctrico de Renault, con un enfoque que apunta a rivalizar con propuestas de marcas emergentes, muchas de ellas chinas, que están ganando terreno en el segmento compacto.

Aunque mantiene su nombre, el actual Megane poco tiene que ver con el coche popular que fue. El diseño, las prestaciones, el equipamiento y, sobre todo, el precio, marcan una ruptura clara con su pasado. Lo que antes era una puerta de entrada al mundo del automóvil, ahora es una declaración de intenciones sobre la dirección que toma la movilidad del grupo francés: electrificación, innovación y un producto más maduro.

En este sentido, el nuevo Megane no pretende replicar lo que fue, sino redefinir su identidad para seguir siendo relevante en un contexto donde las reglas del juego han cambiado por completo.