El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha confirmado este viernes que una reunión clave sobre aranceles con China tendrá lugar el próximo lunes, 9 de junio, en Londres. Mediante un mensaje publicado en su plataforma Truth Social, el mandatario ha detallado que el equipo negociador norteamericano estará formado por el secretario del Tesoro, Scott Bessent; el secretario de Comercio, Howard Lutnick, y el representante comercial, el embajador Jamieson Greer. Este encuentro llega poco después de una conversación telefónica que Trump mantuvo con el presidente chino, Xi Jinping, y que calificó "muy positiva". Según el mismo Trump, ambos líderes han coincidido en la necesidad de reanudar el diálogo para resolver las tensiones comerciales que han marcado los últimos meses. "La reunión tendría que ir muy bien", ha afirmado el presidente, que confía en que este nuevo intento sirva para acercar posiciones con el gigante asiático.
La nueva convocatoria en Londres se producirá en un contexto marcado por las acusaciones cruzadas entre Washington y Pekín. La llamada entre Trump y Xi tuvo lugar después de que el presidente norteamericano acusara a China —sin aportar detalles— de haber incumplido los términos del pacto bilateral de pausas arancelarias que se firmó en mayo en una reunión en Ginebra. Aquel acuerdo había servido para rebajar la tensión después de semanas de escalada, pero las sospechas expresadas por Trump volvieron a sacudir el clima diplomático. Además de las fricciones comerciales, los dos países se mantienen enfrentados por cuestiones tecnológicas, militares y geopolíticas, en una guerra comercial que empieza a pasar factura al bolsillo de los norteamericanos.
Después de las acusaciones de Trump, Pekín no tardó en responder con dureza. Las autoridades chinas acusaron a Washington de ser el verdadero responsable de la ruptura de los acuerdos, señalando dos medidas recientes como prueba de este incumplimiento: por una parte, la imposición de nuevas restricciones sobre la exportación de chips avanzados hacia China; de la otra, la cancelación de visados a centenares de estudiantes chinos, anunciada la semana pasada por el Departamento de Estado. Este tira y afloja ha amenazado con dinamitar la tregua arancelaria pactada entre las dos superpotencias. En concreto, el acuerdo preveía una reducción significativa de los gravámenes: Estados Unidos se comprometía a rebajar sus aranceles del 145% al 30%, mientras que China reduciría los suyos del 125% al 10%.

La cuestión comercial entre Washington y Pekín también pasa por el control estratégico de los recursos. China es, hoy por hoy, el principal productor mundial de tierras raras —materiales imprescindibles para la industria tecnológica y militar— y controla aproximadamente el 70% del mercado global. En los últimos meses, el gigante asiático ha impuesto nuevas restricciones en la exportación de estos materiales, afectando no solo a Estados Unidos, sino también a Europa y otras potencias asiáticas. En este contexto, durante la conversación telefónica del jueves, Xi aprovechó para invitar formalmente a Donald Trump y la primera dama, Melania Trump, a visitar China. Desde que es presidente, el republicano solo ha estado en China una vez, en noviembre del 2017. En aquella época, las relaciones bilaterales eran más cordiales, y Xi devolvió el gesto con una visita a Mar-a-Lago, Florida, en abril del mismo año.