La semana pasada, unos aviones de combate rusos MiG-31 penetraron en el espacio aéreo de Estonia y avanzaron hasta alcanzar casi la capital del país. Antes, una decena de países pertenecientes a la OTAN detectaron drones rusos espiando instalaciones militares e infraestructuras, obligando incluso al cierre del tráfico aéreo en aeropuertos. Incluso se han advertido barcos en posiciones extrañas ante las costas de España y el Reino Unido, lo que se ha atribuido al análisis de cables submarinos. El jueves pasado, en la cumbre de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, afirmó que la OTAN y la Unión Europea "han declarado una auténtica guerra contra mi país y están participando directamente en ella". A lo que este fin de semana ha añadido que cualquier "agresión" tendrá una respuesta. ¿Qué está haciendo Rusia y qué pretende su presidente, Vladímir Putin?
Un objetivo evidente de Rusia, tal como sostienen algunos expertos, podría ser medir el grado de compromiso que mantienen los países miembros de la OTAN e intentar ver cuál es la reacción de sus ciudadanos, especialmente en un contexto de creciente euroescepticismo. Sin embargo, diplomáticos con conocimiento de causa han apuntado a otra teoría en declaraciones a El Confidencial: el Kremlin podría estar tratando de generar miedo para utilizarlo en su favor. Se trata de lo que se llama "control reflexivo", una vieja técnica del KGB soviético para manipular al adversario para que actúe como uno desea. Putin recurriría a esta táctica en un momento en el que se verían amenazados por el alejamiento del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y en el que la Unión Europea está aumentando sus esfuerzos por apoyar a Ucrania, que resiste ante el gigante ruso desde hace más de tres años a pesar de su inferioridad armamentística.

El ejército ruso no avanza lo suficiente y los costes bélicos y humanos, con más de 200.000 bajas estimadas y numerosos tanques perdidos, son elevados. Asimismo, Ucrania hace tiempo que no solo se defiende, sino que ataca con drones, misiles y aviones sobre territorio ruso, causando daños en instalaciones críticas, como refinerías de petróleo, que es uno de los principales sectores económicos del país. Las fuentes diplomáticas han señalado, en este sentido, al citado diario que Rusia, en su imperialismo y orgullo nacional, no se puede permitir perder una guerra ante un país supuestamente inferior como Ucrania. Y apuntan a que otra posible explicación de los tanteos de acciones contra la OTAN son una forma de expandir el conflicto en el plano mediático y propagandístico para justificar una posible derrota, así como justificar, a su vez, el alto coste humano y económico que sufren los propios rusos. El Kremlin, apuntan, tiene que vender a los ciudadanos rusos que el país libra una batalla contra Occidente y no solo contra sus pequeños vecinos. Sin embargo, avisan: el peligro es que un error o una sucesión de infortunios propicien una escalada que derive en un enfrentamiento real.