Rusia ha recuperado este fin de semana el festival de Intervisión, un certamen musical creado en plena Guerra Fría y que el Kremlin ha relanzado este año como alternativa a Eurovisión, el concurso musical televisivo más grande del mundo. Si entonces Intervisión sirvió para proyectar el imaginario cultural del bloque socialista, hoy reaparece como una herramienta de proyección política y diplomática, en un momento en que Moscú continúa aislada de Occidente a raíz de la invasión de Ucrania y su expulsión del concurso europeo.

La nueva edición, celebrada en Moscú, ha contado con la participación de 23 países de Asia, África y América Latina, además de varias exrepúblicas soviéticas. Naciones como Cuba, Venezuela, Colombia, la India, China o Sudáfrica enviaron representantes, mientras que ningún país de la Unión Europea tomó parte en la cita. Con este despliegue internacional, el Kremlin quiere mostrar su capacidad para articular un espacio cultural propio que reúna estados que todavía mantienen vínculos estrechos con Rusia o que se resisten a secundar las sanciones internacionales. Según Konstantin Ernst, director general de la televisión pública rusa, el acontecimiento podría haber llegado a una audiencia potencial de 1.000 millones de espectadores, muy por encima de los 166 millones que reunió Eurovisión en Suiza el pasado mayo. A pesar de eso, en plena emisión del certamen, el canal oficial de YouTube de Intervisión, que emitía en directo el acontecimiento, no pasaba de los 800 espectadores, hecho que pone en duda los datos difundidos por el Kremlin.

A pesar de las similitudes con el festival europeo —escenografía espectacular, uso de tecnología avanzada, presentaciones con banderas y retransmisión global—, Intervisión marca distancia en dos aspectos fundamentales. En primer lugar, la canción ganadora no se escoge con el sistema de votaciones televisivas por países, sino mediante un jurado internacional designado por los organizadores. Y, sobre todo, el certamen excluye cualquier expresión vinculada al movimiento LGTBI+, que el Kremlin asocia con los "valores decadentes" de Occidente. El ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, remarcó que en Intervisión no habría "perversiones ni vejaciones de la naturaleza humana" y que los artistas actuarían "tal como los educaron a sus padres y Dios los creó".

Los Estados Unidos se retiran horas antes de empezar

La cita no estuvo exenta de polémica. La representante de Estados Unidos, la cantante Vassy, de origen australiano y estadounidense, canceló su actuación a última hora. Los presentadores atribuyeron su ausencia a "presiones políticas sin precedentes del gobierno australiano", que habrían impedido su participación. La retirada privó a Moscú de contar con una artista de Occidente, hecho que había generado mucha expectación y que simbolizaba la voluntad del Kremlin de atraer figuras de mercados musicales donde la influencia rusa es prácticamente nula.

El festival se inauguró con un mensaje grabado del presidente Vladímir Putin, que aseguró que Intervisión "será uno de los concursos más conocidos y queridos en el mundo". En su discurso, el mandatario reivindicó Rusia como un país "abierto a la comunicación y a la cooperación creativa", aunque, paradójicamente, el certamen se construye sobre un discurso de exclusión y de confrontación con los valores europeos. El certamen, de hecho, no solo se presenta como un espectáculo musical, sino también como un instrumento cultural que busca reforzar el eje político e ideológico de Moscú entre aquellos países que se mantienen al margen de las sanciones occidentales.