Las incursiones de la aviación rusa en espacios aéreos de países miembros de la OTAN se han convertido en un nuevo foco de tensión en Europa, que observa con creciente inquietud la frecuencia y la temeridad de estas maniobras. Desde principios de septiembre, tres estados aliados —Polonia, Rumania y Estonia— han denunciado la presencia no autorizada de aeronaves rusas en su espacio aéreo, en un contexto marcado por la continuidad de la guerra en Ucrania y la estrategia de escalada controlada del Kremlin, con Vladímir Putin al frente. El episodio más reciente se ha registrado este viernes, cuando Estonia ha acusado a Rusia de violar su espacio aéreo con tres cazas de combate, una acción que el ministro de Asuntos Exteriores, Margus Tsahkna, ha calificado de "descaradamente sin precedentes". El episodio en el báltico es la cuarta incursión del mismo tipo en las últimas semanas, un hecho que por sí solo ya preocupa, pero que ahora toma una nueva dimensión. ¿Qué busca Rusia con estas provocaciones? Militares, analistas y políticos coinciden en el hecho de que las violaciones responden a una estrategia deliberada para poner a prueba las capacidades de respuesta aliadas y calibrar los límites de tolerancia de la OTAN ante la presión constante del régimen de Putin.

La sucesión de incidentes que ha elevado la tensión entre Rusia y la OTAN se agudizó el 8 de septiembre de 2025, cuando un dron desarmado con marcas cirílicas se estrelló en la localidad polaca de Polatycze, cerca de la frontera con Bielorrusia. Al día siguiente por la noche, la situación se agravó con una incursión masiva de drones rusos en el espacio aéreo de Polonia. Hasta 21 aparatos fueron detectados, la defensa aérea se activó y varios cazas aliados —polacos, holandeses, italianos y norteamericanos— empezaron a operar en respuesta. Cuatro drones fueron abatidos y uno se estrelló en Oleśno, a más de 200 km de la frontera oriental. El espacio aéreo se cerró temporalmente en varios aeropuertos del país y el gobierno polaco invocó el artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte. El 13 de septiembre, fue Rumania quien denunció la presencia de un dron ruso en su espacio aéreo. Dos F-16 lo siguieron durando casi una hora, pero optaron por no abrir fuego para evitar daños colaterales. El 19 de septiembre, Estonia ha confirmado la cuarta violación: tres cazas MiG-31 rusos han entrado en su espacio aéreo durante 12 minutos, sin transpondedores ni plan de vuelo, en una acción que el gobierno estonio ha calificado de inaceptable.

Horas después de que se confirmara la segunda incursión de una aeronave rusa en territorio polaco, el embajador británico en la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), Neil Holland, lanzó una contundente advertencia sobre el alcance de las acciones del Kremlin. "Estos incidentes no se pueden ver de manera aislada. Forman parte de un patrón claro y sostenido de comportamiento ruso", afirmó, vinculando las violaciones del espacio aéreo aliado con la escalada bélica en Ucrania. Según Holland, desde la cumbre de Alaska entre Trump y Putin, celebrada el 15 de agosto, Rusia ha llevado a cabo cuatro de los bombardeos aéreos más intensos de toda la guerra, con ataques que en una sola noche han incluido el lanzamiento de más de 800 misiles y drones. Los ataques han causado daños directos a edificios gubernamentales ucranianos, así como a la delegación de la Unión Europea en Kíiv. Para Holland, estas acciones no solo son una provocación flagrante, sino que tienen el objetivo de "socavar las negociaciones de paz".

Moscú tantea los límites

"Esta incursión marca una escalada significativa con implicaciones potencialmente de gran alcance no solo para Polonia, sino también para la seguridad europea en general", advirtió Tinatin Japaridze, analista del Eurasia Group, después de la segunda incursión rusa. En declaraciones a The Moscow Times, Japaridze advirtió que la violación del espacio aéreo polaco no era un hecho aislado, sino una maniobra calculada para poner a prueba la capacidad de respuesta de la OTAN y detectar posibles fracturas internas dentro de la alianza, una idea que ha cogido fuerza con el transcurso de los días. En sintonía con el discurso de Holland, la analista añadía que los incidentes recientes revelan la disposición de Moscú a empujar límites y aprovechar cualquier vulnerabilidad percibida a lo largo del flanco oriental de la alianza, aunque, de momento, Rusia no muestre la intención de provocar una confrontación militar directa con ninguno de los miembros de la Alianza.

Por su parte, César Niño, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Militar Nueva Granada, advertía que "se trata de una escalada en la que Rusia busca tantear la tolerancia aliada". El analista internacional aseguraba en directo en la CNN que cada nueva incursión forma parte de una estrategia deliberada para erosionar la percepción de seguridad en el interior de los Estados miembros de la OTAN, especialmente entre la ciudadanía de Rumania, Polonia y los países bálticos, que podrían verse como los siguientes objetivos después de Ucrania. Niño considera que la clave está en la respuesta, ya que si la alianza no actúa de manera proporcional, tanto en el ámbito militar como el político y diplomático, Moscú interpretará este silencio como una grieta en la cohesión occidental. "Si no hay una respuesta firme, aumentará el riesgo de incursiones más agresivas", aseguraba el experto, que insistía en el hecho de que la ausencia de una reacción clara puede acabar consolidando esta táctica como una herramienta de presión habitual por parte del Kremlin.