Muchas empresas obsequian a sus empleados con cestas de Navidad, que suelen contener los productos típicos de estas fechas –sobre todo, turrones, cavas y vinos– aunque algunas, más generosas, pueden incluir una paletilla de jamón, que necesariamente no tiene por qué ser ibérico. Pero, ¿una empresa puede eliminar la cesta que todas las Navidades entregó a sus trabajadores?, ¿puede quitarla alegando motivos económicos?
Carlos es un asesor fiscal y agente de la propiedad inmobiliaria que, a través de sus redes sociales, resuelve dudas cotidianas. Una de estas dudas versa sobre la cesta de Navidad, que solo es tradicional para los que la reciben todos los años.
“¿Tu empresa te ha dado cesta de Navidad todos los años… y este año dice que nanay? Cuidado, porque igual no pueden quitártela tan fácil”, advierte Carlos en TikTok y aclara el motivo: “Aunque la cesta no es obligatoria por ley, si la empresa la ha estado dando varios años seguidos, a todos o casi todos los trabajadores, puede considerarse una condición más beneficiosa. En cristiano: un derecho adquirido”.
Y ya se sabe que “los derechos adquiridos no se tocan así porque sí. Si la empresa la quita sin avisar ni negociar, puedes reclamarla. Lo ha dicho incluso el Tribunal Supremo: cuando algo se repite cada año, deja de ser un detalle y pasa a ser una obligación. Así que, si este año no ves ni el turrón, habla con el comité o el sindicato… porque igual la cesta es más tuya que el brindis de Nochebuena”.
Y advierte de que “no vale lo que hay recortes y, pues, feliz Navidad”. Se trata de un derecho adquirido y, por lo tanto, no se puede quitar sin negociar.
Las cestas o lotes de Navidad es una costumbre que se remonta a finales del siglo XIX, cuando los patronos de algunas industrias empezaron a obsequiar a los trabajadores con alimentos básicos para celebrar las fiestas. Era una especie de reconocimiento a su trabajo que, de paso, servía para reforzar la lealtad y el vínculo con la empresa.
Pero el espíritu de los obsequios por Navidad es más antiguo porque, siglos atrás, ya existía el “aguinaldo”, que era el regalo o propina que se daba por Navidad a trabajadores, artesanos o personal de servicio. Y también había fábricas y patronos que entregaban a los obreros lotes de invierno en épocas de escasez. Incluso durante el franquismo se consideró un ‘beneficio social’ y adoptó la forma que ha llegado hasta nuestros días: con turrones, cava…
Las primeras empresas que, en el siglo XIX, empezaron lo que acabó siendo una costumbre fueron las industrias textiles de Catalunya y Valencia, las siderúrgicas del País Vasco y Asturias, así como algunas compañías de alimentación, que daban sus propios productos. A principios del siglo XX, se generalizó en las compañías ferroviarias, de la electricidad, el gas... y, más tarde, en la banca y grandes almacenes como El Corte Inglés o el desaparecido Simago. También en algunos ayuntamientos. Durante el franquismo, se convirtió en norma en grandes empresas públicas como Renfe, Correos o Telefónica. Precisamente, estas popularizaron los lotes estándar, bien presentados y empaquetados, que luego pasaron a ser habituales en cualquier empresa.