Iba a ser el gran proyecto que abriría Corea del Norte al mundo y, además, permitiría al régimen de Kim Jong-un reponerse del ostracismo internacional. Pero el megacomplejo turístico de Wonsan Kalma, una especie de Benidorm a la norcoreana, ha tocado fondo en tiempo récord. Los cuatro kilómetros de playa, la veintena de hoteles, el parque acuático con camping incluido y las múltiples tiendas, cines, teatros, restaurantes y gimnasios que conforman este ambicioso proyecto —con que Kim buscaba dar una imagen de apertura— no han sido suficientes para atraer turismo al hermético país asiático, que se ha visto obligado a anunciar la congelación del turismo extranjero al complejo tan solo dos semanas después de abrirlo.
Ni siquiera las múltiples campañas de promoción por parte de funcionarios, periodistas e influenciadores rusos han podido evitar el fracaso del proyecto de Kim. El líder supremo no ha hecho declaraciones al respecto, pero entre las posibles razones para la suspensión del turismo figuran la débil demanda exterior, que de momento depende únicamente de Rusia, los errores operativos en el complejo y los inalcanzables precios de los paquetes de vacaciones.
El intento frustrado de llenar Corea del Norte de rusos
El anuncio se ha producido pocos días después de que el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, visitara en persona el complejo para reunirse con Kim y el ministro de Asuntos Exteriores norcoreano. "Estoy seguro de que los turistas rusos estarán cada vez más dispuestos a venir aquí", dijo Lavrov. En la misma línea, la portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, María Zajárova, describía recientemente el complejo norcoreano como "un resort fantástico en que todas las instalaciones son perfectas". Sin embargo, ninguno de estos intentos de las autoridades rusas para incentivar a sus ciudadanos a planificar una escapada veraniega a Corea del Norte ha generado interés.
Rusia ha sido, sin duda, el promotor principal del complejo. Wonsan forma parte de los esfuerzos de Pyongyang por generar divisas turísticas que no estén sujetas a sanciones internacionales y, para conseguirlo, es imprescindible la ayuda de Moscú, uno de los poquísimos aliados de Corea del Norte en la sociedad internacional. Varias agencias de viajes rusas hace semanas que ofrecen paquetes para viajar al complejo turístico, promocionándolos con comentarios de personas que, teóricamente, han viajado al país y disfrutado de una gran experiencia. Sin embargo, varios medios afirman que la decisión de detener los viajes de extranjeros al país —incluidos los de los compatriotas rusos— ha sido catalizada por el artículo de un periodista ruso que acompañaba a Lavrov durante su visita oficial, en el que se insinuaba que los turistas norcoreanos que "disfrutaban" del complejo eran más bien actores movilizados por las autoridades.
Esta sensación de artificialidad se entiende al observar el bajo nivel adquisitivo de los ciudadanos norcoreanos, que difícilmente pueden pagar el elevado precio que Kim ha establecido para disfrutar del complejo. En consecuencia, la viabilidad del proyecto solo se podía alcanzar con turistas extranjeros, es decir, rusos. Pero, en Rusia, las cosas tampoco están como para lanzar cohetes. Ocho días en el Benidorm norcoreano, en un paquete que incluye vuelos desde Vladivostok, alojamiento, alimentación, seguro y visado, tienen un precio de casi 2.000 dólares por persona, cifra que supera en un 71% el salario medio mensual ruso.
Ciudadanos entrenados para dar vida al lugar
Hace dos semanas, Kim anunciaba, eufórico, la inauguración de un proyecto que sería "uno de los mayores éxitos de este año", además de "el primer paso de un gran desarrollo turístico". Los medios de comunicación estatales combinaban las palabras del líder supremo con imágenes de familias visiblemente emocionadas disfrutando del complejo de Wonsan. A la hora de la verdad, sin embargo, ha quedado demostrado que todo era un teatro orquestado por las autoridades, y que la realidad es otra: sensación de absoluta artificialidad y escasa afluencia local. Según leía el artículo del periodista ruso, muchos de los supuestos turistas norcoreanos parecían entrenados para dar vida al resorte y camuflar la sensación de vacío.
No es la primera vez que el régimen más hermético del mundo limita la entrada de turistas extranjeros a su territorio. En febrero, Corea del Norte permitió que un pequeño grupo de turistas internacionales visitara la ciudad de Rason, en el nordeste del país, pero paró el programa menos de un mes después. Una serie de reseñas de turistas e influenciadores expusieron la pobreza, el control social extremo y otras cuestiones delicadas sobre la realidad norcoreana que dejaron en evidencia al régimen.