Durante su visita a Kirguistán este miércoles 26 de noviembre, el presidente ruso, Vladímir Putin, ha protagonizado un momento inusual que rápidamente ha captado la atención de la prensa internacional: el presidente ruso habría intentado tocar un instrumento musical tradicional local, el komuz. La escena, grabada y difundida por el servicio de prensa del Kremlin, muestra a un Putin aparentemente relajado, escuchando atentamente las explicaciones de un músico local que, improvisadamente, le ofrece una pequeña lección sobre cómo colocar las manos y cómo hacer vibrar las cuerdas de este instrumento de tres cuerdas típico de Asia central.
El komuz es un símbolo cultural arraigado profundamente en la tradición kirguís. Sin trastes, ligero, tallado habitualmente de una sola pieza de madera, requiere una destreza notable para obtener una sonoridad clara. Las imágenes muestran a Putin picando con los dedos sobre las cuerdas y preguntando sobre la técnica correcta, mientras los presentes sonríen ante la curiosidad del mandatario. Aunque su interpretación fue puramente demostrativa, la gestualidad del momento sirvió para reforzar el mensaje diplomático de proximidad cultural que a menudo acompaña este tipo de visitas oficiales.
La faceta musical de Putin
No es la primera vez que Putin deja entrever una faceta musical. En otras ocasiones, ha sido filmado tocando piezas al piano e incluso cantando en actos públicos o benéficos. Esta inclinación artística, a menudo destacada por los medios rusos, es utilizada por el Kremlin para humanizar su imagen y mostrar un liderazgo capaz de combinar firmeza política con momentos de distensión personal.
La escenificación cultural en Kirguistán se produjo en paralelo a una intensa agenda diplomática. Más temprano, este mismo miércoles, Putin se reunió con el presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, y con el presidente kirguís, Sadyr Japarov, como preparativo para la cumbre de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (CSTO). Esta alianza militar, integrada por varios estados postsoviéticos, continúa siendo un pilar clave en la estrategia geopolítica de Rusia, especialmente en un momento de crecientes tensiones internacionales.
El encuentro con Lukashenko y Japarov sirvió para coordinar posiciones de cara a las discusiones de la OTSC, centradas habitualmente en cuestiones de seguridad regional, cooperación militar y estabilidad interna en los países miembros. En este contexto, la escena del komuz aporta un contraste notorio: por un lado, las conversaciones de alto nivel sobre defensa y estrategia; por otro, un gesto de soft diplomacy destinado a reforzar lazos culturales y generar titulares más ligeros en medio de una agenda seria.
La visita de Putin a Kirguistán, pues, combina política dura y simbolismo cultural. El intento de tocar el komuz –aunque breve e improvisado– subraya el papel que la cultura puede jugar dentro de la diplomacia contemporánea, especialmente en regiones como Asia central, donde la tradición y la identidad local son elementos fundamentales en las relaciones bilaterales. Para el Kremlin, estos momentos representan oportunidades para proyectar una imagen accesible y hábil en el escenario internacional, mientras continúa gestionando alianzas estratégicas al más alto nivel.
