El 1 de noviembre de 2024, la marquesina de la estación ferroviaria de Novi Sad colapsó y mató a dieciséis personas. Era viernes por la mañana y cientos de pasajeros se disponían a subir a los trenes hacia Belgrado o Subótica cuando, de repente, una estructura de cemento —vieja, agrietada y nunca reparada— cedió sobre los viajeros. Aquella tragedia no solo destrozó la vida de las víctimas y sus familias, sino que también sacudió la conciencia colectiva de un país entero. Serbia, un año después, ya no es la misma. Lo que inicialmente se intentó presentar como un accidente puntual se reveló, con el paso de los días, como una consecuencia directa de la corrupción sistémica, la desidia institucional y la mala gestión crónica. El derrumbe de la marquesina fue la chispa de un movimiento estudiantil que ha liderado doce meses de protestas ininterrumpidas, desde Novi Sad hasta Niš, con movilizaciones que han llegado a reunir a más de medio millón de personas solo en Belgrado, una cifra inédita en un país de menos de siete millones de habitantes. La sociedad serbia se ha despertado y ha dicho basta. El gobierno populista de Aleksandar Vučić, vinculado a intereses rusos y abiertamente desinteresado en el ingreso en la Unión Europea, se ha encontrado por primera vez ante una ciudadanía indignada, harta y capaz de sostener la presión. La tragedia en la estación de tren se ha convertido, para muchos, en el símbolo de lo que Serbia ya no quiere ser: un país gobernado por negligentes, sin rendición de cuentas y condenado a repetir los mismos errores.

Con el paso de los meses, el movimiento estudiantil que surgió en las universidades ha crecido hasta convertirse en una auténtica fuerza política y social. Bajo el lema “Tenéis sangre en las manos”, los jóvenes han extendido su acción por todo el territorio y han convertido la huella roja de una mano —emblema de la protesta— en un símbolo omnipresente, tanto en las calles como en las redes. Acompañados de cientos de miles de ciudadanos, exigen responsabilidades por lo que pasó aquel fatídico 1 de noviembre, pero también reclaman un cambio profundo que implica reformas democráticas y elecciones anticipadas para poner fin a lo que consideran un régimen corrupto y desconectado de la ciudadanía. Los estudiantes no se han limitado a manifestarse; han aprendido a organizarse, a negociar, a resistir. Han recorrido el país a pie, han hablado con vecinos y trabajadores de todas las regiones y han llevado a cabo acciones simbólicas como recorrer Europa en bicicleta hasta Bruselas para hacer llegar su clamor a las instituciones de la Unión Europea. El grito de justicia indudablemente ha atravesado fronteras. Este mismo sábado, casi doscientos manifestantes se han concentrado en Barcelona, delante del Arco de Triunfo, para recordar a las víctimas con 16 minutos de silencio, comenzados exactamente a las 11:52 —la hora exacta del derrumbe—. Con carteles con los nombres de las personas fallecidas y mensajes como “De Barcelona a Novi Sad. Justicia, comunidad, solidaridad” o “El gobierno serbio tiene las manos manchadas de sangre”, la diáspora también ha dejado claro que no piensa olvidar.

El lema “Teniu sang a les mans” s'ha estès arreu de Sèrbia / Europa Press
El lema “Tenéis sangre en las manos” se ha extendido por toda Serbia / Europa Press

Como no podía ser de otra manera, en Serbia también se ha conmemorado la tragedia del 1 de noviembre. Desde buena mañana, decenas de miles de personas han llenado las calles de Novi Sad en una jornada de luto colectivo que ha traspasado la política para convertirse en un acto de pura memoria. Grupos de ciudadanos han llegado a pie desde dieciséis puntos diferentes de la ciudad y los alrededores, en un gesto simbólico que ha culminado con una marcha silenciosa hasta el lugar del accidente. Allí, también a las 11:52, la multitud ha guardado dieciséis minutos de silencio, uno por cada vida perdida. Sin gritos ni consignas, solo silencio y dolor. Ninguna bandera, ninguna proclama, solo algunas pancartas negras con la palabra Pamtimo —recordamos, en serbio— han roto la uniformidad de una jornada marcada por la contención. En paralelo, el presidente Vučić ha vuelto a escenificar el desdén hacia el movimiento ciudadano, intentando minimizar el alcance de la conmemoración y amenazando con detenciones si se producían “actos violentos”, a pesar de que la movilización ha sido completamente pacífica. Ante las cámaras, el mandatario ha ridiculizado el encuentro preguntándose si en Novi Sad “se juega algún partido de fútbol”, mientras anunciaba que sus seguidores organizarán una contramanifestación “mucho más grande” a finales de noviembre.

Después de un año de movilizaciones, el régimen de Vučić ha intentado jugar todas las cartas posibles para contener una protesta que no se ha dejado doblegar. Por un lado, ha optado por la confrontación abierta, calificando a los estudiantes de “terroristas financiados desde el exterior” y desplegando operativos policiales de mano dura para intimidar a los ciudadanos en las calles. Por otro, ha activado una vía aparentemente más conciliadora, ofreciendo préstamos hipotecarios con condiciones favorables para los jóvenes, anunciando aumentos salariales para el personal universitario y prometiendo inversiones en el sector educativo. Pero ninguna de estas tácticas ha sido efectiva. En la vigilia del primer aniversario de la tragedia, Vučić ha intentado proyectar una imagen más moderada y conciliadora, pidiendo disculpas “por algunas palabras” pronunciadas contra los estudiantes y asegurando que encendería una vela “por las dieciséis almas inocentes” en una iglesia local. Sin embargo, ha querido dejar claro que “la verdadera Justicia no se imparte en las calles, sino en las instituciones”. La respuesta de los estudiantes no se ha hecho esperar. A través de las redes sociales, han recordado el pasado del presidente como ministro de Propaganda del régimen de Slobodan Milošević —conocido como el carnicero de los Balcanes— y han señalado la coincidencia entre su llamamiento al diálogo y la llegada inminente de decenas de equipos de prensa internacional a Novi Sad. “Si os preguntáis por qué ahora ofrece reconciliación, cuando hace solo un mes ordenó que nos golpearan y arrestaran, hay un pequeño detalle: se esperan 47 medios de todo el mundo”, han escrito en la red social X.

“Es una especie de Viktor Orbán en Serbia”

Uno de los rostros visibles de esta ola de movilización es Dragor, estudiante de un máster en Historia en la Universidad de Belgrado y miembro activo del núcleo duro del movimiento que ha sacudido el país desde hace un año. En declaraciones a El Nacional.cat, Dragor explicaba hace unos meses que la indignación colectiva no ha surgido de un proyecto político estructurado, sino de un rechazo masivo y frontal contra el actual gobierno de Vučić. “Es una especie de Viktor Orbán en Serbia”, aseguraba, y lo describía como una figura autoritaria que actúa bajo una apariencia democrática. Entre las acusaciones más frecuentes que recibe el presidente, destaca el acaparamiento de poder, el control de los medios de comunicación y una alianza persistente con el Kremlin, que ha convertido a Serbia en el principal aliado de Rusia en Europa en plena guerra en Ucrania. Ante la presión creciente de las calles, el gobierno respondió con una maniobra que ha generado más burlas que adhesiones: la creación de un campamento de supuestos jóvenes pro-Vučić delante del Parlamento, en paralelo a las manifestaciones en Belgrado. “Es un show para hacer ver que no todos los estudiantes están contra el gobierno”, decía Dragor a este diario. “Pero si te fijas bien, las tiendas están prácticamente vacías y solo hay gente mayor jugando a las cartas”.

¿Qué les espera a los serbios?

De cara al futuro, todas las miradas apuntan a las urnas. Las elecciones se han convertido en el objetivo central del movimiento estudiantil, que exige poner fin a la etapa Vučić a través del sufragio. Las autoridades, sin embargo, rehúyen el debate. El presidente serbio solo ha admitido que habrá comicios “el año que viene”, sin concretar ninguna fecha. Retrasarlas podría ser el mejor escenario para Vučić, pero solo si el gobierno consigue ofrecer “buenas noticias” a la ciudadanía y resolver problemas como las sanciones de Estados Unidos a la petrolera rusa NIS o las tensiones por el suministro de gas. Sin eso, el actual jefe de Estado podría llegar tocado de muerte. Mientras tanto, los estudiantes mantienen la tensión alta y se preparan para los comicios como si fueran un referéndum sobre el futuro de Serbia. El movimiento ya trabaja a toda máquina, con la confección de una lista de candidatos, aunque la han mantenido bajo secreto. Esto ha dividido opiniones, ya que mientras algunos reclaman transparencia inmediata, otros consideran que es estratégicamente más inteligente esperar para evitar que el régimen desacredite los nombres antes de tiempo. Sea como sea, el mensaje de los estudiantes es claro: cuando llegue el momento, estarán preparados.