Aunque Israel y Hamás firmaron una tregua con el objetivo de acabar con dos años de guerra en Gaza, los acontecimientos de los últimos días han puesto en evidencia la fragilidad de este acuerdo. La primera fase del alto el fuego, que ha permitido la liberación de rehenes israelíes a cambio de la excarcelación de centenares de presos palestinos y la suspensión de los ataques del ejército hebreo, se encuentra hoy en peligro. Hamás ha acusado a Israel de violar la tregua después de que el martes al menos seis gazatíes murieran por disparos de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) en el norte y centro del enclave. Al día siguiente, un dron mató a dos hombres en el barrio de Shujaiya, un sector designado por las autoridades militares como “zona roja”, teóricamente prohibida a los civiles. A pesar de las denuncias de los islamistas, los judíos sostienen que la veintena de personas que han muerto desde la firma del acuerdo se habían acercado a la línea de control y representaban una amenaza. El episodio sucede antes de la teórica segunda cumbre impulsada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para abrir una nueva etapa de diálogo, pero también subraya hasta qué punto la paz aún está lejos de ser irreversible.
Las tensiones han aumentado aún más después de que Israel también acusara a Hamás de violar los términos del acuerdo al entregar cuerpos que no pertenecían a los rehenes capturados el 7 de octubre de 2023. Este miércoles el ejército israelí confirmó que uno de los cuatro cuerpos entregados por Hamás no correspondía a ninguno de los cautivos registrados. El grupo islamista había asegurado que los cuatro eran rehenes, pero el análisis elaborado por el Instituto Nacional de Medicina Forense lo desmintió, indicando que solo tres lo eran. Ante las críticas, el grupo armado ha afirmado que ya ha devuelto a Israel todos los restos mortales de los rehenes a los que ha podido acceder, y ha advertido que para recuperar el resto necesitará equipos especializados. Hasta ahora se han entregado los restos de siete de los 28 rehenes muertos que se cree que aún se encuentran en Gaza, además de los 20 rehenes vivos que ya han sido liberados.
La situación ha provocado el enojo del gobierno israelí, que ha decidido tomar represalias inmediatas, reduciendo a la mitad el número de camiones de ayuda que pueden entrar en la Franja y limitando severamente la distribución de asistencia humanitaria. Tres fuentes consultadas por The Associated Press han confirmado esta medida, que ha tenido repercusiones inmediatas sobre la distribución de ayuda. La oficina humanitaria de las Naciones Unidas en Gaza ha confirmado que fue notificada por la agencia militar israelí encargada del control del flujo de asistencia que Israel reduciría la cantidad de suministros permitida como respuesta a lo que consideran un incumplimiento del acuerdo por parte de Hamás. Según explicó la portavoz de la oficina de la ONU, Olga Cherevko, el martes los pasos fronterizos permanecieron cerrados, dificultando aún más la entrada de recursos esenciales. Además, fuentes israelíes citadas por Reuters han indicado que la apertura del paso de Rafah, en la frontera con Egipto, también deberá posponerse hasta que no se cumpla con la devolución completa de los restos de los 21 rehenes muertos que se cree que aún están en manos de los islamistas.
Al otro lado del Atlántico, la Casa Blanca ha adoptado una posición de prudencia relativa ante las acusaciones cruzadas entre Israel y Hamás. Según ha publicado Axios, dos asesores principales de Trump afirmaron que, de momento, no creen que Hamás haya roto el acuerdo con respecto a la devolución de los cuerpos de los rehenes. Los funcionarios argumentaron que, dadas las condiciones en el territorio, “es casi imposible que Hamás llegue a todos los rehenes muertos”. A pesar de este contexto, según el Canal 12, la administración estadounidense quiere mantener el ritmo de las negociaciones y empezar la segunda fase del acuerdo, que incluye la reconstrucción de Rafah; y, en este sentido, Trump ha presionado a los islamistas y les ha dejado bien claro que si incumplen el acuerdo —especialmente con respecto al intercambio de prisioneros—, dará luz verde para que Israel reanude los ataques.
Gaza, clima irrespirable
Todo esto sucede mientras la vida cotidiana para la población de Gaza sigue siendo insostenible. Si antes los habitantes de la Franja estaban sometidos a bombardeos constantes por parte de Israel, ahora viven una situación próxima a una guerra civil provocada por el enfrentamiento entre Hamás y varios clanes locales. Después del alto el fuego, Hamás ha aprovechado la retirada parcial de las tropas israelíes para movilizar sus fuerzas de seguridad y reforzar el control de las zonas desocupadas. El domingo pasado, los enfrentamientos con el clan Dogmush, uno de los más poderosos de Ciudad de Gaza, dejaron 27 muertos. Desde entonces, los choques entre Hamás y las bandas rivales se han intensificado notablemente. La situación ha llevado a Trump a alzar la voz, de nuevo. Este jueves, el presidente norteamericano publicó un mensaje en su red Truth Social donde aseguraba que “si Hamás sigue matando gente en Gaza, cosa que no era el acuerdo, no tendremos más remedio que entrar y matarlos”.
Las carpetas pendientes
Mirando hacia la próxima fase de negociaciones, el camino sigue lleno de obstáculos. Uno de los puntos más espinosos que aún deben tratarse es el desarme de Hamás, una condición clave en el plan impulsado por Trump. El documento prevé de manera explícita el desmantelamiento total de la infraestructura militar del grupo islamista, incluyendo túneles subterráneos, fábricas de armamento e instalaciones operativas. Además, fija que este proceso debería llevarse a cabo bajo la supervisión de observadores independientes y comportaría la entrega completa de todas las armas. Sin embargo, Hamás ha evitado pronunciarse sobre esta exigencia tanto en su respuesta oficial a la Casa Blanca como en las últimas reuniones celebradas en El Cairo. La ambigüedad o el silencio del grupo sobre este punto pone en duda la viabilidad de una desmilitarización real y, por lo tanto, la sostenibilidad de cualquier acuerdo de paz a largo plazo. Para Israel, esta es una línea roja no negociable, mientras que para Hamás, aceptarlo podría significar el fin de su poder sobre la Franja.
Otro foco de tensión es el futuro político de Gaza una vez finalice el alto el fuego. Hamás reclama que cualquier nueva administración sea plenamente palestina y rechaza cualquier fórmula diseñada o impuesta desde el extranjero. Su propuesta pasa por un gobierno provisional de tecnócratas independientes, elegidos por consenso nacional y con el apoyo de los países árabes e islámicos. Esta visión choca frontalmente con el plan de Trump, que prevé la creación de una autoridad externa bajo liderazgo estadounidense y con la implicación directa de figuras como el ex primer ministro británico Tony Blair. Según el documento, el futuro de Gaza debería pasar por una fuerza internacional de estabilización y un comité de expertos palestinos, todo ello bajo la supervisión de la Junta de la Paz, un nuevo organismo diseñado por el propio Trump. Sin embargo, el plan no concreta ningún calendario para transferir el poder a la Autoridad Nacional Palestina, ni garantiza el autogobierno del territorio, hecho que genera desconfianza tanto entre los líderes locales como entre una población palestina cada vez más escéptica.