Tenemos la obligación de volver a los clásicos, y qué mejor forma de hacerlo que visitando el restaurante Suculent del chef Toni Romero. Pienso que los clásicos, si lo son, es porque son actuales. Así, la cocina del Suculent es alta cocina de barrio que ofrece platos ya consagrados, como su célebre tartar sobre tuétano a la brasa, las alcachofas con butifarra o los guisantes salteados, por citar tres, pero también otras propuestas actuales que incorporan a la carta en función de la estacionalidad del producto y que siempre te acaban sorprendiendo.

Restaurante Suculent / Foto: Carlos Baglietto
Restaurante Suculent / Foto: Carlos Baglietto

Para situarnos, Toni Romero abrió el Suculent hace trece años y su trayectoria profesional habla por sí sola. Fíjate que trabajó de jefe de partida en cocinas tan prestigiosas como la de El Bulli o Arzak, entre otras, ha sido nominado y galardonado en varias ocasiones por la prestigiosa lista The Best Chefs Awards, ha obtenido un Sol Repsol y ha sido recomendado por las guías Michelin y Macarfi.

Restaurante Suculent / Foto: Carlos Baglietto
Restaurante Suculent / Foto: Carlos Baglietto

Debo decir que soy cliente del restaurante Suculent desde su apertura y siempre que lo visito me dejo aconsejar por el chef. Esta vez no es distinto, y así garantizo que no me olvido de probar sus elaboraciones ya clásicas, pero tampoco las de nueva creación, para comprobar una vez más la excelente forma en la que se encuentra este restaurante, situado en pleno corazón de El Raval.

En el restaurante Suculent no se trata de sorprender, sino de convencer, plato tras plato, con una cocina que habla bajo pero dice cosas importantes

Por cierto, Toni me explica que los hoteles de la ciudad recomiendan a sus clientes no pisar El Raval, y considero que es un grave error, ya que en El Raval no se comen a los niños con patatas, y con unas precauciones mínimas —como no lucir en la muñeca tu nuevo Rolex de sesenta mil euros ni tu iPhone 17 Pro a medio salir del bolsillo del pantalón— puedes pasear tranquilamente por la mayoría de las calles principales. Así, paseando, me acerco al restaurante, ubicado en la Rambla del Raval y, como quien no quiere la cosa, me encuentro en la mesa con una copa de cava en la mano —no sin antes pasar por la cocina a saludar al chef—.

vel de calamar
Velo de calamar. Suculent / Foto: Víctor Antich

La comida comienza con un velo de calamar, papada ibérica y leche de almendras, una ostra de Normandía con escabeche de zanahoria, mandarina y aceite de pipas y una croqueta de pato asado. Unos pequeños entrantes muy apetitosos, que, sin duda, sugieren y anticipan lo que está por llegar.

ostra
Ostra con escabeche 

Ferran me llena la copa de Serras del Priorat, un vino elaborado por Clos Figueras con las variedades garnacha, cariñena, syrah y cavernet sauvignon, ideal para acompañar la remolacha con una reducción de beurre blanc emulsionada con mantequilla, estragón y anguila ahumada, cubierta de caviar Beluga, que es una auténtica maravilla.

col a la brasa
Col a la brasa. Suculent / Foto: Víctor Antich

La col a la brasa siempre apetece y esta está tierna, sabrosa y sirve de prólogo a los callos sin callos, que llevan crestas de gallo, chorizo y garbanzos. El colágeno de las crestas ayuda a ligar la salsa, y el toque picante lo proporcionan las piparras, con un resultado final espectacular. Continuamos con otro vino del Priorat, pero esta vez natural y elaborado con variedad de uva picapoll 100%.

callos cresta de gall
Callos con cresta de gallo. Suculent / Foto: Víctor Antich

Las alcachofas con butifarra de perol con un jugo de pollo thai, al igual que el ajo y pimienta de anguila con patatas, son dos platos ya clásicos del Suculent que conviene pedir siempre. Pero la excelencia llega con la sopa de cebolla, un plato humilde que lleva picatostes, queso gruyer y pasta de nueces, pero que deja de serlo al cubrirla con trufa de invierno, la primera de la temporada.

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Alcachofas con butifarra de perol. Suculent / Foto: Víctor Antich

Con la caza, cambiamos de vino. Es el turno de Can Noves, un vino tinto de viticultura sostenible cultivado en terreno volcánico en el Espai Natural de les Gavarres, antes de que llegue el canelón de liebre a la Royale con una deliciosa salsa de foie al armañac y el lomo de liebre con jugo de la propia liebre y trufa, que ponen el punto final a la parte salada de esta comida memorable.

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Lomo de liebre. Suculent / Foto: Víctor Antich

Los postres, como era de esperar, están a la altura. Así, tenemos, por un lado, una ganache de setas de Burdeos, helado de ñora con shiitake y crumble de avellana y trompeta de la muerte y, por otro, un pastel de chocolate, avellanas, ron y chantilly de haba tonka. Me despido de Toni y familia y subo con tranquilidad por la Rambla del Raval. Os recomiendo visitar a menudo el restaurante Suculent por su cocina estacional clásica y a la vez atrevida. Todo un referente de la alta cocina de barrio en Barcelona. Aquí la alta cocina no se aleja de la calle.