Muy cerca de Girona, a pocos kilómetros de distancia, encontramos el pueblo de Sant Gregori, puerta de entrada a la Vall de Llémena, uno de los parajes naturales mejor conservados de las comarcas gerundenses. A la entrada del pueblo se encuentra el restaurante Maràngels, situado en una masía del siglo XVII, dirigido por el chef Francesc Mas y la jefa de sala Eva Màrquez.
Francesc, con una larga trayectoria como cocinero, es hijo del reconocido chef Miquel Mas —que los de mi edad recordaréis—, ganador de una estrella Michelin hace casi cuarenta años en su famoso restaurante Ànec Blau de Vic, hoy ya plenamente jubilado.

Pero vamos a lo que interesa. Instalados cómodamente en el comedor central, desde donde salen los pasillos hacia las otras estancias, nos ventilamos con deleite una la degustación de escudella que nos sirven rápidamente para entrar en calor y las tostaditas con salmón y foie, que nos ayudan a matar el gusanillo mientras escogemos el vino. La cosa ya se ve venir: irá de cocina de mercado, y me alegro mucho porque, así entre nosotros, hoy no estaba para hostias después de una semana llena de excesos; aun así, y puestos a hacer, pido unas botellas de albariño Fillaboa, todo un clásico que no falla nunca.

Continuamos con los calamares a la andaluza con mayonesa de la misma tinta, los níscalos botón, que bien seguro son los últimos de la temporada, unos platos de jamón ibérico y las croquetas de jamón, que no podían faltar. Por cierto, buenísimas.

Están sirviendo un arroz en las mesas de al lado que tiene una pinta de Dios, con cigalas, huevos fritos y foie. Fíjate si tiene buena pinta que estoy por anular el calamar de potera con cebolla que he pedido de segundo plato y cambiarlo por el arroz, pero lo dejaré para otro día, ya que veo que en la cocina tienen mucho trabajo y siempre da pena cambiarles un plato en el último momento.
El restaurante Maràngels te ofrece una cocina tradicional catalana de primer nivel en la comarca del Gironès, basada en productos de temporada.
Me olvido del arroz tan pronto como entra el pescado salvaje por la puerta. El rodaballo, el rape y la lubina hacen una aparición estelar que recibe la ovación de la mesa. Van acompañados de una vizcaína con ajo, guindilla, perejil, vinagre y aceite, una salsa perfecta que realza los pescados blancos sin enmascarar su sabor.

Las ealcachofas fritas son un clásico estos días en todas las cartas del país, igual que el tartar de ternera lo es durante todo el año. Hay que decir que ambas cosas están sensacionales, especialmente las alcachofas.

Me llega el calamar de potera con cebolla, quizás también de los últimos de la temporada. Es importante saber que, de todo el calamar que se consume, el de potera es el rey, ya que se captura uno a uno. Lo explicaba Josep Pla: «Los calamares se capturan con el engaño indescriptiblemente pueril de la potera. La potera es un trozo de plomo brillante claveteado de púas», de manera respetuosa con el medio ambiente, con lo cual no tienen el cuerpo dañado, a diferencia de lo que ocurre con los calamares capturados por arrastre.

Los postres son todos caseros, incluso los helados, pero lo que realmente triunfa es la manzana asada rellena de crema, toda una delicia.
El restaurante Maràngels te ofrece una cocina tradicional catalana de primer nivel; de ahí la sorpresa, hablando con Francesc antes de despedirme, de que no figure en la nueva Guía Augusta. Personalmente, creo que debería estar, al igual que el restaurante Ferreruela de Lleida, donde también se come divinamente.