Me disculpo: soy poco previsora y los artículos salen a toro pasado. El tema del artículo versa sobre la Bienal de Ciudad y Ciencia, el objetivo principal de la qual es acercar la ciencia a la ciudadanía, sí, pero sobre todo reflexionar sobre cómo la ciencia puede mejorar la ciudad. Mejorar la ciudad... ¿Qué quiere decir? ¿Más transporte público, más zonas verdes, más vivienda? Por descontado, pero esta Bienal quiere ir más allá o, quizás todo el contrario, poner el foco en lo esencial, pues ha centrado todas las actividades en la exploración del concepto vida.

La reflexión se centra en el hecho en vivir en unos momentos en los que el planeta sufre una urgencia climática, en unos momentos en que la ciencia tiene que trabajar para cuidar y tratar de resolver las consecuencias de un uso y abuso de los recursos naturales.

Una de las principales causas de la crisis climática es la alimentación. Nos estamos comiendo el mundo, y no desde un punto de vista metafórico, sino real

Y no hay posible cura sin la complicidad de los ciudadanos. La palabra ciudadanos no es una manera cualquiera de referirme a la población, sino que exactamente me quiero referir a los ciudadanos. En la región metropolitana de Barcelona vivimos más de 5M de personas, que consumimos la naturaleza habitada por menos de 2M. Tenemos una responsabilidad directa con la salud de los recursos, y según los informes de la última COP27 (la Conferencia sobre el Cambio Climático) una de las principales causas de la crisis climática es la alimentación. Nos estamos comiendo el mundo, y no desde un punto de vista metafórico, sino real. Y estos son datos contrastados, y no creencias. Tenemos la certeza de que se acaban los recursos.

Reflexionar sobre el qué y cómo lo comemos fue el tema central de la conversación que dio el pistoletazo de salida a la Bienal. Fue una conversación de sobremesa, donde se empezó abordando que todavía transformamos alimentos porque comemos juntos. Somos una especie que nos reunimos para comer y eso pasa en todo el mundo y en todas las culturas y es la solución de todo. En el siglo XXI podríamos alimentarnos sin problema con pastillas o concentrados nutricionales, que con facilidad podrían responder a todos los requerimientos gastronómicos: textura, sabor, temperatura y aromas. No nos haría falta ir a mercado, ocupar espacio doméstico con neveras ni despensa, encender fogones, poner la mesa, lavar platos y barrer la cocina. Si todavía hacemos todo este trabajo fastidioso no es porque nos sacrificamos, sino porque nos reunimos en torno a una mesa y, por lo tanto, queremos ofrecer platos que sellen y transmitan una cultura alimentaria a la vez que queremos mostrar con orgullo lo que hemos preparado. Cada comida es una demostración de amor y dedicación. El placer está aquí.

Queremos mostrar con orgullo lo que hemos preparado. Cada comida es una demostración de dedicación y amor. El placer está aquí.

Parece pues que comer alimentos transformados (platos, en definitiva) es fundamental. Seguiremos adquiriendo alimentos y es en este momento que tenemos que saber que tenemos la posibilidad de favorecer políticas que ayuden a preservar el planeta. La política es actuar en beneficio de la mayoría. Pues cada alimento que ponemos en el cesto es una manera de actuar en beneficio de la mayoría y, en consecuencia, llenar el cesto es hacer política.

Lo que ponemos en el cesto tiene un impacto en nuestra salud, en la salud de nuestro entorno y en la salud del planeta. Un impacto directo.

Escoger producto de proximidad es la manera más sencilla de empezar a mejorar nuestro entorno. Es una afirmación que tiene matices, no es tan rotunda ni es fácil, pero es una primera solución y una manera efectiva de empezar el camino del cambio.

Cada alimento que ponemos en el cesto es una manera de actuar en beneficio de la mayoría y, en consecuencia, llenar el cesto es hacer política

Seamos curiosos, insistentes, preguntemos de dónde viene eso o aquello. El mercado responde a nuestras demandas, percibirá el interés y, el mercado (no Dios), proveerá. Cada uno de nosotros somos los responsables del qué ofrece el mercado. Es así. Y el qué ofrece el mercado impacta, medioambiental, territorial, social y económicamente en nuestro entorno.

Si vuestras creencias excluyen el consumo de leche y derivados de la leche, como ejemplo, los ganaderos del Prepirineo y Pirineo no podrán subsistir, abandonarán bosques y prados y vendrán a engrosar los más de 5M de habitantes de la región metropolitana.

Si vuestras creencias os dictan devoción por el aguacate y coméis para desayunar, comer y cenar, estaréis favoreciendo el cultivo intensivo y las mafias centroamericanas harán el agosto. Es la ciencia quien lo dice.