El 16 de agosto de 1982, la artista Agnes Denes (1931) recogía más de 450 kg de trigo junto a Wall Street. Aquel cereal era parte de su obra Wheatfield – En Confrontation: Battery Park Landfill, Downtown Manhattan. La vista, a ambos lados del campo: la Estatua de la Libertad y las Torres Gemelas, hoy desaparecidas.
Denes plantó trigo en aquello que antes era un vertedero en el Battery Park, a dos islas del World Trade Center, uno de los centros económicos del mundo que, de hecho, al construirse generó aquella área llena de escombros y suciedad. Ella y sus ayudantes tuvieron que limpiar de escombros y desperdicios la tierra que acogería el trigo, y la tuvieron que preparar con fertilizantes y un sistema de irrigación. A pesar de ser un vertedero, aquella hectárea tenía un precio de 4,5 billones de dólares, cosa que para la artista era una pieza fundamental de una paradoja muy potente.
La obra de Denes nos enseña una cosa muy importante: el poder de la comida

Tal como ella misma explicó, "el campo de trigo es un símbolo, un concepto universal; representa alimento, energía, comercio y comercio global, y economía. Pero también representa una falta de gestión, desperdicios, hambre mundial y preocupaciones ecológicas. Es una llamada de atención de nuestras prioridades desubicadas". Además, aquel trigo viajó por todo el mundo en una exposición llamada The International Art Show for the End of World Hunger y las semillas de aquella cosecha fueron plantadas en varios países. Además, se generó una cápsula del tiempo que contiene preguntas existenciales sobre la vida y los valores humanos, así como del futuro de la humanidad, que se enterraron en un bosque y que se abrirá el año 2979.
Más vigente que nunca, fue capaz de profetizar un futuro que hoy constatamos, y de hacer penetrar un trozo de campo y de ruralidad entre el asfalto neoyorquino, en el corazón del distrito que decide sobre la vida en general
La obra de Denes nos enseña una cosa muy importante: el poder de la comida. Denes había sido invitada a hacer un monumento, una escultura pública que se levantaría en alguna calle de la ciudad de Nueva York, pero se negó "porque ya tenemos bastantes hombres sentados en caballos". Así pues, aceptó el encargo del Public Art Fund dentro del programa The Urban Environmental Site Program, y señaló, haciendo uso de la agricultura, el calentamiento global, ya conocido en aquella época, y las desigualdades económicas. Más vigente que nunca, fue capaz de profetizar un futuro que hoy constatamos, y de hacer penetrar un trozo de campo y de ruralidad entre el asfalto neoyorquino, en el corazón del distrito que decide sobre la vida en general y, también, la del mundo rural, desde oficinas a decenas de metros por encima de tierra.