Seguro que más de una vez has escuchado que el pan engorda o que conviene evitarlo si quieres mantener una dieta equilibrada. Sin embargo, un reciente vídeo de la doctora Sara Marín Berbell (@uncafecontudoctora) en Instagram nos revela un truco sorprendente que puede cambiar la forma en la que lo consumimos: congelar el pan antes de comerlo. Lo que parece un gesto cotidiano y sin importancia esconde, en realidad, un proceso químico fascinante que beneficia directamente a tu salud intestinal y, en consecuencia, a todo tu organismo.
¿Qué ocurre en tu microbiota si congelas el pan antes de comerlo?
Cuando el pan se congela y posteriormente se descongela o se tuesta, una parte de los carbohidratos que contiene se transforma en fibra prebiótica. Esto significa que el almidón presente en la miga deja de comportarse como un carbohidrato de rápida absorción, que eleva de golpe la glucosa en sangre, y pasa a funcionar como una fibra resistente. Esta modificación tiene varios efectos positivos: disminuye el pico de glucosa, mejora la saciedad, y favorece la digestión produciendo menos inflamación y menos gases.

Pero lo más interesante de todo es que esta fibra prebiótica se convierte en el alimento favorito de la microbiota intestinal. Las bacterias que habitan en nuestro intestino no solo se nutren de ella, sino que la transforman en un compuesto fundamental: el butirato. Este ácido graso de cadena corta es considerado una auténtica joya para la salud, ya que actúa como mediador en múltiples procesos del organismo.
La doctora Marín Berbell explica que el butirato tiene la capacidad de reducir la inflamación, tanto a nivel intestinal como a nivel cerebral, ayudando así a disminuir la llamada neuroinflamación. Además, contribuye a regular el sistema inmunitario y a mejorar la permeabilidad intestinal, es decir, evita que sustancias dañinas o mal digeridas atraviesen la barrera del intestino hacia la sangre, algo que podría causar molestias o incluso enfermedades.
El butirato tiene la capacidad de reducir la inflamación
De este modo, un gesto tan simple como guardar el pan en el congelador se convierte en una estrategia de salud. No se trata de un cambio de sabor o textura, que también pueden variar levemente, sino de una verdadera transformación nutricional. En palabras sencillas: el mismo pan puede tener un impacto muy distinto en tu organismo dependiendo de cómo lo conserves.
Este hallazgo también abre la puerta a reflexionar sobre la importancia de la microbiota intestinal, considerada hoy en día como un segundo cerebro. Cuidarla con pequeños trucos como este puede marcar la diferencia en aspectos tan amplios como la energía diaria, la digestión, el equilibrio hormonal o incluso el estado de ánimo. Y lo mejor es que no requiere de suplementos caros ni de dietas complicadas: basta con introducir un hábito sencillo y accesible.