Qué sensación más desagradable, aquella de perder 'tu casa'. Entre comas simples porque no hablo de tu hogar donde duermes y en el que convives con tu familia. Hablo de la otra casa, aquella tan o más especial que la que representa los orígenes de cada uno. Aquel espacio reconfortante que te proporciona una sensación de calor del hogar, de calma infinita y, también, de la oportunidad para hablar de los cotilleos del pueblo. Describo el Bar Pinotxo, la Bodega Ca'l Pep y, como no podía ser de otra manera, del Palomares de Vilassar de Mar.

Estamos perdiendo la esencia de los restaurantes y bares estandartes de Catalunya y se está matando poco a poco e inexorablemente el romanticismo vital que se esconde entre las paredes de estos sitios

Estos tres establecimientos tienen un aspecto en común: son (o habían sido, mejor dicho) restaurantes y bares emblemáticos para los ciudadanos de aquella ciudad, pueblo o para la gente de aquel barrio. Bien, el bar de Gràcia no ha cerrado oficialmente, pero su clausura es inminente a raíz de una denuncia que propició una posterior investigación y el hallazgo de unas irregularidades en unos planos. Sin embargo, no hablo únicamente de estos tres locales en concreto. Pues me refiero a la esencia que transpiran lugares como estos para la población y el significado que se esconde entre las paredes.

El restaurante Palomares, el último estandarte en caer

El restaurante Palomares es el último soldado de esta lista a caer. El Palomares de Vilassar de Mar es, seguramente, uno de los locales de playa más conocidos e icónicos de todo el Maresme. Situado en la playa homónima, es toda una referencia y al mismo tiempo conforma la silueta del litoral de Vilassar, junto con el Club Náutico y las casitas del Espigí de Garbí. Por culpa de la ley de costas, que ha forzado el cierre del restaurante, situado en una zona costera protegida, este singular y excepcional lugar desaparecerá el próximo 24 de mayo.

Porque todos y todas tenemos aquel refugio del que nos hemos apropiado sin quererlo, como de quien te enamoras inconscientemente, y acaba convirtiéndose en el amor incondicional

Más allá de los vecinos de Vilassar de Mar, pongo la mano en el fuego que este restaurante simbolizaba mucho más que un sitio donde ir a hacer un arroz, una paella o a comer marisco. Era un espacio para compartir secretos, comentar el día a día o desahogarse con la compañía más preciada. Todo eso en un punto en concreto común: el Palomares. Porque todos y todas tenemos aquel refugio del que nos hemos apropiado sin quererlo, como de quien te enamoras inconscientemente, y acaba convirtiéndose en el amor incondicional.

El Bar Pinotxo, el Palomares y la Bodega Ca'l Pep

No es mi caso. No se trata de eso, porque no estoy hablando de mí en estos tres ejemplos, concretamente. Pero estoy convencido al cien por cien, que tanto el Bar Pinotxo, como el Palomares y la Bodega Ca'l Pep tenían sus fieles y amantes clientes que idolatraban el local. Porque sí, y lo pienso firmemente, se puede rendir culto y adorar un restaurante. De hecho, yo, y como deduzco, también la mayoría, tengo aquel bar o restaurante en la cabeza que me viene enseguida, cuando alguien me pregunta dónde quedar o cuando tengo una urgencia personal y necesito desahogarme con alguien y lo cito en mi refugio emocional, gastronómico y vital. Larga vida a estos espacios. Respetémoslos para cuidarlos y, también, para cuidarnos.