Cuando pasan las fiestas y la mesa vuelve a la normalidad, hay un clásico que siempre queda a medias en la despensa: el turrón olvidado en una caja, ese dulce que asociamos a la Navidad pero que, bien conservado, puede disfrutarse durante muchos meses sin perder ni sabor, aroma ni textura. Aunque mucha gente piensa que el turrón es delicado y que hay que consumirlo rápido, lo cierto es que las grandes turronerías artesanales llevan décadas insistiendo en que es un producto mucho más resistente de lo que parece. Eso sí, siempre que se eviten algunos errores muy comunes y se respeten unas condiciones básicas de conservación.

Conserva bien el turrón para que aguante todo el año

El primero de esos errores es también el más extendido: guardar el turrón en la nevera. Puede parecer lógico, pero es justo lo contrario de lo que necesita. El frío altera sus propiedades organolépticas, cambia la textura y apaga el aroma, especialmente en variedades como el turrón blando de Jijona o el duro de Alicante. Tampoco es buena idea congelarlo, ya que las grasas naturales de la almendra sufren y el resultado final pierde calidad. El turrón no necesita frío, sino estabilidad.

La clave está en conservarlo en un lugar fresco y seco, siempre a temperatura ambiente. Fresco no significa frío, sino un espacio alejado de fuentes de calor, de la humedad y de la luz directa del sol. Un armario interior o una despensa bien ventilada suelen ser suficientes. En estas condiciones, el turrón mantiene su estructura y evita tanto el reblandecimiento excesivo como que se vuelva quebradizo.

Turrón duro / Foto: Unsplash

Otro punto fundamental es el envoltorio. Siempre que sea posible, lo mejor es mantener el turrón en su envase original, ya que suele estar pensado para protegerlo del aire. Muchas turronerías lo envasan al vacío precisamente para alargar su vida útil. Si ya lo has abierto, conviene guardarlo en un recipiente hermético o envolverlo bien con film o papel vegetal, evitando que quede expuesto al aire, que es el principal enemigo de su textura.

La clave está en conservarlo en un lugar fresco y seco

Si tienes varias variedades en casa, conviene separar los sabores. Cada tipo de turrón tiene una composición distinta y aromas propios, y guardarlos juntos puede provocar mezclas indeseadas. El de chocolate, por ejemplo, no debería compartir espacio con uno de almendra blanda si queremos que ambos se mantengan intactos.

Turrón de Navidad / Foto: Unsplash

Una de las grandes ventajas del turrón artesanal es su larga duración natural. No suele tener fecha de caducidad estricta, sino una recomendación de consumo que ronda el año. Esto se debe a su alto contenido en azúcares y a las grasas de la almendra, que actúan como conservantes naturales y dificultan la proliferación de bacterias.

Y si aun así quieres darle salida, el turrón admite múltiples transformaciones. Desde cremas, mousses y helados, hasta flanes, bizcochos o incluso recetas saladas sorprendentes. Porque, bien cuidado, el turrón no es solo cosa de Navidad, sino un pequeño lujo que puede acompañarte durante todo el año.