Cuando hablamos de vinos espumosos, muchos tienden a creer que cava, champagne y prosecco son prácticamente lo mismo, únicamente diferenciados por el país donde se producen. Sin embargo, nada podría estar más lejos de la realidad. Cada uno de estos espumosos tiene historia, método, clima, variedades de uva y personalidad propias que los hacen completamente distintos. Aunque todos comparten algo tan universal como las burbujas, el cava catalán destaca por tener un carácter profundamente mediterráneo, una versatilidad gastronómica privilegiada y una identidad que no puede confundirse con la elegancia fría del Champagne francés ni con la frescura ligera del Prosecco italiano. Entender por qué el cava no tiene nada que ver con estos otros dos espumosos es comprender no solo sus diferencias técnicas, sino también el territorio y la cultura que lo han moldeado durante casi dos siglos.
Por qué el cava catalán no tiene nada que ver con el champagne o el prosecco
El cava se elabora mediante el método tradicional, el mismo que emplea el Champagne: la segunda fermentación se realiza en la propia botella, lo que permite que las burbujas se desarrollen de manera natural y fina. Pero ahí terminan las grandes similitudes. Mientras la región de la Champagne vive bajo un clima extremo, frío y severo, que obliga a luchar cada año por una maduración mínima de la uva, el cava se beneficia del clima mediterráneo, que otorga insolación, madurez, estabilidad y una mayor regularidad en las añadas. Esto significa que el cava puede producir espumosos secos sin necesidad de añadir azúcar, algo que para el Champagne resulta mucho más complicado. Además, las uvas tradicionales del cava, xarel·lo, macabeo y parellada, aportan una identidad aromática y gustativa completamente distinta a la estructura que ofrecen chardonnay, pinot noir y pinot meunier en Francia.

Por otro lado, el Prosecco juega en una liga totalmente diferente. Su método de elaboración, el Charmat, genera las burbujas en grandes depósitos presurizados, lo que da como resultado un espumoso más joven, más frutal, más goloso y mucho menos complejo. Mientras el cava se puede maridar con una comida entera gracias a su estructura, su acidez y su capacidad de crianza, el Prosecco está pensado para un disfrute más casual, más inmediato y con mucha menos profundidad aromática. Sus burbujas son más grandes, su tiempo en contacto con las lías prácticamente inexistente y su estilo tiende a ser más dulce y directo. Es un vino agradable y sociable, pero no tiene ni la tradición técnica del Champagne ni la capacidad de envejecimiento del cava.

El prosecco es un vino más agradable y sociable, sin la técnica del Champagne ni el envejecimiento del cava
La gran diferencia del cava, aquello que lo convierte en algo único, es su versatilidad, su personalidad mediterránea y su equilibrio entre calidad y precio. Es un producto capaz de competir con el Champagne en método y precisión, pero también de superar al Prosecco en complejidad y gastronomía. El cava es la expresión de un territorio, de una tradición y de una forma de entender las burbujas sin artificios: un espumoso que no imita a nadie y que, precisamente por eso, no se parece a nada.