Hace escasos días, publicábamos un artículo de opinión que denunciaba el hecho de que ir a tomar un café en una cafetería de toda la vida se había convertido en misión imposible en Barcelona. Levantábamos la voz y la alarma poniendo el foco en las pastelerías - cafetería, un mundo cada vez más de moda en Catalunya. "Híbridos entre dos modelos de negocio – vender pan y servir café – que compiten de manera desleal con los obradores reales de barrio que se dejan la piel para sacar adelante su negocio", comentaba Oriol Foix. Tan solo ha tenido que transcurrir una semana para que la realidad se tropiece con nosotros de frente. Y es que una de las panaderías más antiguas de Catalunya ha anunciado que este miércoles 31 de enero bajarán la persiana para siempre después de 177 años.

El incremento de costes arrasa de manera imparable

El Forn de pa Escrivà, en Pratdip, en el Baix Camp, ha bajado la persiana y dejado de elaborar pan de forma definitiva después de 177 años de historia. El incremento de costes de la materia prima y la energía, la producción industrial de la competencia con precios más económicos, sumado a la falta de suficientes ventas, han sido las causas que han hecho tomar esta decisión al responsable de la empresa familiar, Jaume Escrivà. El negocio no da y no podemos coger a nadie. Para continuar habría que cambiar toda la maquinaria, una inversión que no podemos asumir," ha lamentado a la ACN.

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El anuncio del cierre de la panadería en Pratdip / Foto: ACN

Jaume Escrivà es la quinta generación al frente del negocio familiar y, al mismo tiempo, la última. Hasta el 31 de diciembre pasado, en el Forn de pa Escrivà trabajaba junto con su madre, quien ha aprovechado el cierre de la empresa para jubilarse con 77 años. A pesar de tener un horno de leña y no tener que pagar alquiler por el obrador, los números no salían a causa de la subida de los costes de producción y la oferta más económica de la competencia, dos circunstancias que, según este panadero, han empeorado en los últimos años. También el hecho de que el volumen de ventas no haya sido suficiente para la supervivencia del negocio en un pueblo que no llega a los 700 habitantes. Hasta ahora, el único lugar donde se podía comprar pan en Pratdip era al horno; un servicio que pasará a ofrecer la agrotienda, donde hará falta que los vecinos encomienden previamente.

Una pérdida identitaria que se agrava

El caso de este horno no es único; desde el Gremio de Panaderos de Tarragona alertan de que se trata de un fenómeno que se ha ido repitiendo en los últimos años, con negocios que cierran por jubilación, la mayoría de los cuales sin tener un relevo generacional asegurado. La profesión está mal con respecto a panaderos artesanos. Vemos que no hay continuidad de los que se van jubilando. Están creciendo panaderías y otros con cafetería, pero la mayoría son franquicias, no hornos artesanos", ha apuntado Carlos Martínez en el citado medio, vicepresidente del gremio tarraconense. Según Martínez, se trata de un oficio "sacrificado" y sin "demasiadas ventajas laborales", pero, por el contrario, también es un trabajo creativo que permite experimentar en varias vertientes.

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Jaume Escrivà trabajando en el horno / Foto: ACN

Al conjunto de la demarcación, la situación todavía se agrava más. Según la Federación Provincial de Panaderos de Tarragona, en los últimos ocho años se han perdido la mitad de los agremiados, pasando de ser 150 socios en solo 75. Un panorama que su presidente, Manel Fresquet, justifica por el envejecimiento de los profesionales y la falta de sustitutos en nuevas generaciones, el aumento de costes y la competencia que representan negocios como franquicias que optan por ofrecer productos industriales y que a diferencia de los hornos, no tienen.